EL SIGNIFICADO EMOCIONAL DE LAS CAÍDAS

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Por Juan Manel Zevallos Rodríguez. – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Cada día nos levantamos con la esperanza de vivir mejor. Hacemos compromisos, firmamos tal vez actas mentales por las cuales aceptamos que tenemos errores, pero que a la vez tenemos virtudes y que gracias a estas últimas alcanzaremos la meta diaria, la felicidad.

A diario nos levantamos con nuevos sueños, cada día descubrimos un mundo diferente y lloramos, reímos, nos disgustamos, caminamos, tomamos una flor entre las manos y seguimos caminando añorando sumar un poco de amor al proyecto de vida.

Solemos levantamos con una actitud proactiva y luego, sin razón aparente, cometemos errores, desfallecemos, caemos al suelo y nos arrepentimos por lo hecho, maldecimos a la fortuna, a la vida o a Dios por nuestro fracaso reciente y luego, por inercia, nos recostamos en el suelo abrazando el fracaso experimentado y sin mayor motivación que la sensación de olvido y miseria personal decidimos vivir así.

¿Cuánta negligencia personal existe en los actos de cada ser humano?

¿Cuántos sentimientos y razones de abandono existencial nutren nuestros proyectos personales?

¿Cuántas alegrías se pierden día a día asumiendo actitudes derrotistas?

Nunca en la historia de la humanidad una o muchas caídas han sido significativas para escribir las páginas del desarrollo de los seres humanos. Lo importante no son las caídas ni el modo en que uno cae, menos el propósito personal previo a la caída o el coraje o la ira al estar en el suelo; ninguna de esas circunstancias alguna vez será importante para el proyecto de vida de aquel que quiera alcanzar de todo corazón sus sueños.

Lo importante, quiero que te quede bien claro en la mente, no son las caídas; son las reacciones constructivas que asumimos ante éstas las que tienen real valor. Levantarnos prontamente es una acción muy sabia que denota toda la fortaleza interior que tienes; abrazar tus sueños y asumir la promesa de que nunca has de renunciar a ellos es otra maravillosa opción a considerar y, por supuesto, ponerlos en práctica refleja el compromiso personal que has asumido.

Dicen que el sabio cae, se levanta, ve la piedra con la cual tropezó y evita volver a tropezar con ella. Dicen que al sabio no le importa si hay millones de piedras en su camino y le importa menos si tropieza con cada una de ellas; para él el aprendizaje se da “al no volver a tropezar con la misma piedra”. Para él cada caída es una nueva forma de aprender a ver las cosas y una nueva ventana que se abre para contemplar el mundo floreciente de verdad y de amor.

Pero también dicen que es necia aquella persona que habiendo tropezado una vez con una piedra decide no levantarse por el dolor que le ha causado la caída o es necia porque se levanta y vuelve a tropezar con ésta.

Somos responsables de los actos que llevamos a cabo y de los pensamientos que almacenamos en la mente. Si llenamos nuestra memoria de eventos asociados al fracaso y evitamos subsanar los errores cometidos nunca lograremos aquel encuentro personal tan maravilloso que nos hará participes del milagro de la vida.

No podemos tropezar negligentemente con el mismo obstáculo una y otra vez. Debemos asumir una actitud observadora y crítica del por qué sufrí una caída y del cómo debo de actuar para evitar pasar por la misma situación una vez más.

Somos seres llenos de inteligencia, pero muchas veces dejamos de lado nuestra razón para vivir amparados por el miedo y por la sinrazón. Muchas veces dejamos de lado las oportunidades que nos da la vida y nos centramos negligentemente en aquella inoperancia aprendida y, por consiguiente, nos condenamos repetidamente a experimentar el mismo dolor de la frustración y, claro, luego vivimos amparados por aquella idea confabulatoria que me dice “nunca serás capaz de superar un desafío por las inmensas limitaciones que tienes”.

Hoy quiero dejar en claro un pensamiento: a cada limitación personal le corresponde, según la ley de compensación universal, una virtud o una capacidad por la cual puedes hacer realidad los proyectos que te has planteado”. La vida está llena de un gran espíritu de justicia y nunca ha estado manchada por las sombras de la desesperanza y el egoísmo.

Nuestras capacidades, fortalezas y virtudes son aquellas herramientas por las cuales podemos construir un paraíso, y nuestras limitaciones son aquellos frenos que necesitamos usar a diario para no ir tan rápido en nuestro viaje existencial. Nuestras limitaciones nos llevan a aprender, compartir y sociabilizar. Si solo tuviéramos virtudes seríamos seres solitarios, asociables y egoístas que posiblemente vivirían con un único objetivo: hacer realidad algo que solo pueda llegar a generar un bienestar individual y no social. Vivir del modo antes señalado condenaría a las existencias humanas a un letargo constante basado en el abandono emocional de los sentimientos de confraternidad los cuales, desarrollados a escala mundial, conducirían a la extinción progresiva de nuestra especie.

Y es que la esperanza, la primera virtud espiritual, es la herramienta más importante para salir del marasmo de la esclavitud emocional y racional y es, a la vez, la primera luz en iluminar el camino del sendero de la libertad. La esperanza es la piedra fundamental sobre la cual se basa el acto de soñar y de crear el mundo y, en base a ella, lloramos con el  único fin de poder sentir que estamos vivos y, a su vez, también nos alegramos por haber llegado a la conclusión que vivimos.

Es importante tener esperanza y sentirla, ella es el motor por medio del cual asumiremos una verdad: “siempre hemos tenido la fuerza necesaria para levantarnos aunque caigamos miles de veces”. Y es que la esperanza es el bálsamo milagroso que cura las heridas labradas en “el ser” de tantas caídas y es la sonrisa tierna que nos lleva a creer que la vida siempre podrá ser mejor.

Somos seres de luces que tenemos intrínsecamente solo una misión en la vida: ser felices. Hemos nacido del amor y vivimos en amor, aunque muchas veces lleguemos a creer que el amor y la felicidad son una utopía.

Es obligación personal de cada uno desterrar los conceptos de fracaso e impotencia operativa en la vida. Tenemos todo lo necesario para alcanzar nuestras metas más preciadas, la única diferencia entre uno y otro es el esfuerzo que ponemos en la realización de los sueños y los resultados obtenidos. Unos tendrán la suerte de invertir pocos minutos en sus proyectos y de cosechar segundos después ingentes frutos; otros tendrán la suerte distinta de que su esfuerzo dará un solo fruto luego de miles de horas de trabajo, pero fruto al fin.

Tenemos la maravillosa capacidad de hacer de nuestros desiertos personales jardines de gozo y de templanza ya que tenemos en el interior la magia de la voluntad que transmuta la tristeza en alegría y la frustración en realización. Depende de cada uno decidir por el amor, por comprender cuales son nuestras limitaciones y capacidades y de cómo balancear su empleo diario para lograr aquello que nos hemos planeado y está en ti y en mí el hecho de compartir todo lo alcanzado: de dar lo aprendido y recibir más gozo por lo ofrecido.

Recuerda: nadie ha sido creado para sufrir, cada uno se etiqueta como sufriente y, por ello, destruye su vida; puedes construir o no tu vida, todo se basa en la decisión que tomes hoy.

Yo he tomado una decisión valiente: proclamar a los cuatro vientos que soy feliz y por ello muchos me miran con cara destemplada y con corazón agitado, se dicen a sí mismos “no puede haber una sola persona feliz en el mundo, la felicidad a veces se presenta y luego se va”, y dichas frases las repiten una y otras vez hasta que acaban creyendo que es un dogma que no merece opinión en contra y por ello me tratan quizá como un loco más que ha dado el mundo y yo vengo y te digo, ¿si tú dices que tu vida está llena de sufrimiento hablas realmente con palabras llenas de verdad o te estás inconscientemente mintiendo?

Si dices que tu vida es sinónimo de tristeza ¿realmente siempre podrás demostrar que tu vida ha estado llena de momentos de desasosiego y de pena? ¿Verdad que no?

Tú, al igual que yo, hemos sido creados por amor, recuérdalo, y ese amor es la semilla de la felicidad que unos hacen brotar en su interior y que otros la mantienen quiescentes en su ser. Yo he decidido darle de beber agua de vida y de abrazarla con cariño; por consiguiente, he decidido llevar por los caminos de la vida una mirada llena de fe y esperanza y un corazón rebosante de optimismo. Creo en mí y en hacer realidad mi máximo sueño, “gozar a plenitud la vida con responsabilidad y bondad y sabes, lo mejor de todo es que tú también puedes tomar la misma decisión”.

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