El periodismo sexista camuflado

Por: Ricardo Montero

Pocos días atrás, el conductor de un programa especializado en fútbol quiso hacer una broma a costa de un grupo de mujeres extranjeras.

“Fue un chiste mal hecho, un chiste desafortunado”, dijo posteriormente a modo de disculpa. El comentario le costó caro porque se quedó sin apoyo comercial. Las empresas dejaron de auspiciarlo en rechazo a lo que calificaron como expresiones xenofóbicas y denigrantes.

Ese comportamiento es inherente a la práctica de un periodismo sexista, carente de aspectos positivos, y cargado de enfoques que perpetúan estereotipos de desigualdades, discriminación y exclusión. El periodismo sexista contribuye a difundir una representación sesgada y perjudicial de las personas. Por tanto, es una muestra de la existencia de un problema muy serio en el ámbito de los medios de comunicación.

El periodismo sexista es inherentemente negativo y contraproducente al centrarse en patrones, modelos y roles de género obsoletos. Además de reforzar desigualdades, también distorsiona la realidad. Su práctica limita las oportunidades de hombre y mujeres, perpetuando nociones arcaicas sobre sus capacidades y roles en la sociedad. La consecuencia es el perjuicio que causa a la sociedad en su conjunto.

Debemos recordar que la ética periodística prioriza la verdad, la imparcialidad y la representación equitativa. El periodismo sexista, al contrario, socava esos principios fundamentales y contribuye a un ambiente que no promueve la diversidad ni la igualdad. Al final de cuenta, como bien se anota en la Fundación Gabo, la ética periodística es la obediencia del periodista a la naturaleza de su trabajo, que es la suma de la ambición por ser un profesional excelente. El profesor estadounidense John C. Merrill ve en la ética “la rama de la filosofía que ayuda a los periodistas a determinar lo que es correcto hacer en el periodismo.”

Es fundamental, por ello, que los profesionales del periodismo asumamos la responsabilidad de desafiar y cambiar las prácticas que agravian y ultrajan. Ejercer un periodismo no sexista implica adoptar enfoques y prácticas que eviten la reproducción de estereotipos de género, y que promuevan la igualdad y reflejen la diversidad de experiencias y voces.

Así, debemos evitar el sensacionalismo y la cosificación, cubrir con sensibilidad y respeto los temas de violencia de género, contextualizarlos y analizarlos en un marco muy amplio, explicándolos desde los ángulos que correspondan: político, económicos, culturales, religiosos y de otras estructuras sociales.

Adoptar un enfoque inclusivo, respetuoso y libre de sesgos de género no solo es ético, sino que también enriquece la calidad y relevancia de la información compartida. La lucha contra el sexismo en el periodismo es esencial para construir una sociedad más justa y equitativa.

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