Salvaguardemos a los honestos investigadores
Por: Rubén Quiroz Ávila
Ante el reciente ataque a la ciencia dada por aventureros que vieron la oportunidad de su vida para sacar dinero a las organizaciones, así como la aparición de las oscuras e inmensas fábricas de artículos científicos que vulneraron todas las debilidades del sistema para aprovecharse de ello y, como se mantiene en la mayoría de las universidades el incentivo, reiteramos, pérfido, de pagar por un artículo publicado sin asegurar los controles de integridad previo, el modelo mercantil de circulación del conocimiento está dejando espacio a prácticas corruptas.
Varias instituciones están reaccionando con propuestas de control cada vez más estrictas y, como debe ser, una acción ética corporativa necesaria para proteger el valor innegable de la ciencia. Eso es saludable, ya que la autocorrección de una comunidad que cuida el futuro del conocimiento es un signo de que han comenzado a aparecer nuevas y propicias formas de concebir la producción científica.
Por eso, en esa misma línea, hay que reevaluar medir por peso los papers. Es decir, como en el caso lamentable del científico español Rafael Luque, ya sancionado, que publicaba un artículo cada 37 horas; hay casos peruanos, que, cuando menos, tienen que ser evaluados porque obsesivamente firman documentos científicos con una velocidad demencial de supuesta producción fordianamente fabril. Y están orgullosos públicamente de ello. Una simple operación matemática revela que es, incluso, patológico y febril este modo de concebir por abundancia la publicación de artículos. Publicar a raudales y premiar ello con reconocimiento en posiciones de privilegio en el Renacyt, en el ya desbordado sistema científico peruano es un síntoma de lo cerca que estamos de colapsar. Han hecho que no importe la calidad del artículo o que este siquiera, cuando menos, provenga de investigaciones en su universidad. En muchos casos, es como si la verdadera investigación corriera, por un lado, con sus tiempos, sus procesos, su impacto en la formación de estudiantes, y estos papers que no tienen nada que ver con las líneas de investigación de la institución a la cual pertenecen. Son mundos paralelos que no se tocan ni por asomo. Es decir, el prolífico científico lo hace desde cualquier tema en que se asume a sí mismo que son de su competencia, aunque no haya ningún antecedente de que ello fuera posible. Es publicar y cobrar.
Sin embargo, toda crisis es, aunque parezca lugar común, una inmejorable oportunidad. Y esa oportunidad está en corregir las anomalías y robustecer la ciencia en el Perú, alinearlo a sus urgentes necesidades. De ese modo debemos salvaguardar a los comprometidos y honestos investigadores que son abrumadora mayoría. Hay que defender y reconocer a nuestros verdaderos héroes científicos, esos brillantes peruanos que hacen limpia y honestamente ciencia.