Yo, mí, me, conmigo y las narrativas
Por Eduardo Zapata – El Montonero
Nos puede haber pasado a muchos. Pero de pronto, en momentos de lo que podríamos llamar ´ensoñaciones exóticas´ –esas que ocurren también en un mundo siempre de prisa– podemos pensar acaso en un lugar ignoto para vacacionar; y acaso pensamos tal vez hasta en el nombre de un hotel cuyo nombre seguro hemos creído escuchar. Y buscamos en las redes sociales. Y de pronto –como por arte de magia– todas nuestras plataformas digitales reafirman no solo nuestros supuestos sueños sino también por poco nos terminan por preparar el viaje. Ticket incluido. Reafirmando así sueños y deseos.
Quizás haya sido por no subrayar debidamente la hendedura del caso. Pero en una nota queríamos destacar la actitud y voces de un joven grupo de deportistas (así como la actitud y voces de gran parte del pueblo peruano) frente a la educación como esperanza. Jamás pensamos en clasificaciones futboleras; jamás en triunfos sino en actitudes destacables.
Pero más que seguro que a muchos lectores nos ganó la inercia facilista. Y como en lo que hemos llamado ´ensoñaciones exóticas´ creo que muchos prefirieron refugiarse en los pronombres personales o sus variantes yo, mí, me, conmigo y ensimismarse entonces en lo que nuestro narcisismo individualista parece decirnos siempre. Y así nos olvidamos de las voces y gestos que tanto decían.
Marina Garcés es directora del Máster de Filosofía para los retos contemporáneos de la Universidad Abierta de Cataluña. Y en un recientísimo artículo y al hablar de inteligencia artificial nos dice: “Actualmente estamos dominados por un ansia de predicción… La IA está ofreciendo una expectativa de seguridad y por lo tanto la posibilidad de que nos enfrentemos a menos accidentes imprevistos…”. Para subrayar sobre la IA: “es un algoritmo que realmente no tiene nada de creativo, lo que está haciendo es combinar y recombinar elementos ya existentes”. En las redes nos reafirmamos así fácilmente en lo que creemos pensar por cuenta propia. Y la propia Garcés nos lo advierte: abrimos las puertas a la intolerancia y al autoritarismo.
Ha ocurrido y ocurre a propósito de la educación. Donde primero desterramos impunemente instrumentos epistemológicos y de cognición; luego fuimos desterrando los cursos que nos ofrecían explicaciones integrales de las cosas; y nos adentramos permanentemente en los temas siempre de moda. Para terminar ultimando la educación con los ahora llamados ´enfoques´. ¡Transversales por cierto! Chau Historias, Geografías, Cívicas o cursos conductuales instructivos. Bienvenidas las opiniones sobre cualquier tema novedoso. Obvio sin las ciencias cognitivas que llevan precisamente a elucidar.
En este contexto, hechos y realidades han sido reemplazados fácilmente por las llamadas ´narrativas´. En el fondo, hemos terminado hasta por expropiar la propia realidad. Ora en nombre de una posmodernidad sesgada que no tiene siquiera un ápice de modernidad; ora en nombre de una deconstrucción que sabe más de voces aisladas e inteligentes que de explicaciones integrales y sistémicas. Si no se levanta la ceja, Foucault solo será Foucault; y Derrida solo será un nombre que citar.
Y hemos hecho todo esto cuando las llamadas narrativas no son otra cosa que el mundo del yo, mí, me, conmigo y de los que me aplauden gracias a los filtros de los algoritmos. Donde por añadidura, si apareciese alguna voz disidente, hasta la llamaríamos automáticamente fake news. Autoritarismo disfrazado.
Claro que la educación es importante. Claro que el capital humano proactivo lo es. Pero poco ganamos aplaudiendo nuestros ´logros´ y celebrando eventos simplemente para convalidar lo que redes, modas y narcisismos nos dicen. Eso no es lo que esperan ni merecen las voces y actitudes de los jóvenes del país.