El efecto termorregulador de los árboles
Christian Capuñay Reátegui
Cerca de mi casa hay un pequeño parque en el cual se erigen majestuosos algunos frondosos árboles. Puesto que han crecido a pocos metros de distancia unos de los otros, sus copas han formado un techo vegetal que proyecta una sombra agradable, aún más en estos días de insoportable calor.
Quien quiera aprender la importancia de los árboles en la regulación de la temperatura debería darse una vuelta por este espacio verde. Impresiona la variación del clima dentro y fuera de él. En los momentos muy soleados el termómetro puede llegar a los 30 grados, pero dentro del parque, en el mismo instante, no pasa de 26.
La trascendencia de los árboles en la mitigación de la temperatura en las metrópolis está probada. Un estudio publicado en la revista Nature el 2023, titulado The role of urban trees in reducing land surface temperatures in European cities comparó las diferencias de la temperatura en la superficie terrestre entre las áreas urbanas con árboles y los espacios verdes urbanos sin árboles de 293 ciudades europeas.
Los resultados indican que la temperatura de la superficie terrestre en las zonas con árboles urbanos es en promedio entre 1 y 4 grados más baja en las regiones del sur de Europa, y entre 8 y 12 grados más baja en el área central del continente.
Asimismo, revelan que los espacios verdes urbanos sin árboles son menos eficientes para reducir el calor, pues su efecto de enfriamiento es de 2 a 4 veces menor que el inducido por los árboles urbanos.
En consecuencia, la presencia de los árboles como un componente de la urbanidad tiene una relevancia que trasciende el ámbito decorativo. No solo regulan la temperatura en las ciudades,sino también purifican el aire, su sombra provee de refugio ante el calor, son el hogar de diversas especies animales y, además, proporcionan beneficios psicológicos a las personas.
Por tanto, las autoridades de nuestras ciudades deberían comenzar un programa masivo de sembrado de árboles, eligiendo las especies en función de su adaptabilidad a las características del clima y del suelo. En ciudades áridas y sin lluvias, como Lima, es un error colocar ejemplares con alta demanda hídrica, poco resistentes a las altas temperaturas y a suelos áridos. El Servicio de Parques de Lima (Serpar) brinda recomendaciones para su adecuado plantado.
Asimismo, es necesario sembrarlos con criterio. Las especies que crecen en el medio de las avenidas proporcionan sombra a los autos que transitan a ambos lados, y no a los transeúntes. Su lugar correcto es el borde de las veredas, porque así regularán la temperatura de las zonas transitadas por los peatones.
Nuestra selva de cemento y concreto necesita de más árboles para convertirse en una urbe agradable. Llegará el día en que diremos, como el célebre poema de Juana de Ibarbourou, “en mi quinta hay cien árboles bellos, ciruelos redondos, limoneros rectos y naranjos de brotes lustrosos”.