Por: Carlos Meneses

El único cambio efectivo producido en la modificación del gabinete ministerial es el relevo de Alberto Otárola por Gustavo Adrianzén, quien era embajador peruano ante la Organización de Estados Americanos (OEA). Todos los demás ministros han sido ratificados en sus cargos y, en consecuencia, si es que hay variaciones de políticas estas serán por toma de decisiones de la mandataria porque se ha liberado de ser señalada como parte conformante de una pareja responsable del Poder Ejecutivo y ahora puede hacer cambios con entera libertad o con mayor independencia.

La verdad es que la mayoría de peruanos esperábamos modificaciones en el quehacer de todo lo que era necesario para trazar una línea divisoria con la gestión anterior que ha llegado a tener una desaprobación ciudadana del 83%, según las encuestas de opinión pública.

Lo cierto es que el cambio se imponía por la mayor parte de las causas de la preocupación colectiva, que están lejos de ser satisfechas sobre todo en sectores como la inseguridad ciudadana y la promoción de inversiones.

En el caso del sur del país era deseable un cambio que debiera ser más notorio, pero es de esperar que este se produzca con una restructuración que supere la coyuntura que obligó la dimisión del señor Otárola. Ese es el comienzo de una necesaria rectificación en las políticas de un régimen que se ha alejado de las expectativas populares.

Todo el sur confía en un acercamiento que conduzca a un proceso de renovación que reclamamos para superar contingencia difícil.

El cambio de una persona por importante que haya sido para el gobierno de Dina Boluarte debe significar mucho más de lo que encarna la salida de Otárola.           

SUMILLA

En esa confianza y en la rectificación que se demanda, quedamos a la espera de mejores noticias que las que comentamos ahora.