Izquierda: un desastre político
Por: Guillermo Vidalón El Montonero
El Gobierno de las izquierdas peruanas representa el mayor desastre económico y social que registra la historia republicana. Llegaron al poder bajo el estribillo de “no más pobres en un país rico”; sin embargo, lo único que han implementado es una red de corrupción con la que –al igual que en Cuba, Venezuela o Nicaragua– buscan eternizarse en el poder.
Por ese motivo es que los inversionistas nacionales y extranjeros desconfían de las decisiones de gobierno. La errática conducción del aparato estatal dificulta establecer una mínima predictibilidad que incentive la asunción del riesgo y las ansias de los agentes económicos de llevar a cabo un negocio exitoso. Parece que, desde la cúspide del poder, se resisten a entender que los países desarrollados basan su crecimiento en la confianza que generan en sus ciudadanos. Porque a mayor grado de confianza se ejecutan más inversiones, se genera empleo, se incrementa la clase media y se reduce la pobreza hasta casi eliminarla.
También por esa razón los países desarrollados refuerzan su aparato estatal convocando a lo mejor de su recurso humano, remunerándolos de manera adecuada y exigiendo meritocracia. Acá ocurre todo lo contrario: cada vez que la izquierda ocupa un cargo público es ineficiente y corrupta; lis ejemplos huelgan. Pero sí busca entornillarse en el poder, emitiendo mensajes populistas.
Una de sus últimas afirmaciones es que se debe suspender las operaciones la refinería de La Pampilla –a cargo de Repsol– por el derrame del petróleo que ocasionó el daño ecológico en el mar y las playas del litoral norte. Al respecto, el Ministerio del Ambiente, encabezado por su defenestrado titular Rubén Ramírez, no se enteró de que dicha planta procesa el 40% de la gasolina que se consume en el país.
Es decir, tras el fatal accidente, ahora la izquierda en el gobierno quiere premeditadamente ocasionar el desabastecimiento del combustible;, así como la elevación de sus precios por la especulación que desencadenaría la escasez. Y el consecuente enriquecimiento ilícito de quienes se encuentran vinculados al poder. Una cosa muy diferente es multar ejemplarmente al operador por el daño causado y otra persistir en el error de emitir señales que incrementen la desconfianza en su accionar gubernamental.
Peor aún serían las consecuencias para el país si las izquierdas deciden estatizar la refinería de La Pampilla, como propone algún dirigente político vinculado al partido de gobierno. Tengamos presente lo sucedido con Daniel Salaverry, quien sin ninguna experiencia fue nombrado presidente del directorio de Perupetro. ¿Podemos imaginar el daño que esa decisión política errada podría ocasionarle al país?
Para las izquierdas sus íconos latinoamericanos son el castrismo y el chavismo. El primero ejerce el poder aplastando toda disidencia desde hace 62 años, mintiéndole al mundo al afirmar que su “pueblo” lo respalda. El segundo controla las mayores reservas de petróleo del mundo, pero durante su ejercicio ha pasado de producir 3.16 millones de barriles diarios en 1998; a menos de 527,000 barriles en el 2020, según la www.datosmacro.com Ese es el saldo terrible de la ineficiencia y la corrupción. No obstante, siguen manifestando que lo hacen por el “pueblo”. ¡Qué curioso! En el Perú, las izquierdas también suelen apelar a la palabra “pueblo” para justificar sus latrocinios.