La mujer y la ciencia en el Perú
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario
Margarita Práxedes Muñoz (1848-1909) fue la primera bachillera en ciencias del Perú, a fines del siglo XIX, en la Universidad de San Marcos. Su propia biografía intelectual es un signo de lo difícil que era para una mujer acceder a la educación superior. Es que el mundo se había modelado desde lo patriarcal configurando un poderoso paradigma de exclusiones. Para ello, entre otras estrategias de anulación, el sistema impidió el acceso a una de las zonas que ayudan a emancipar: la educación.
Durante siglos, el ingreso a la formación educativa estuvo vedado a todo grupo étnico no blanco, imposibilitados por su género y segregados por nula o limitada capacidad financiera. Para ello, se estableció un astuto relato de inferioridad innata de estas comunidades. Por lo tanto, un largo y calculado proceso de naturalización de una supuesta superioridad del varón hizo que tuviera total dominio de los espacios de poder.
Toda disidencia ante el modelo dominante fue castigada. Además, solventada por los relatos religiosos que en su totalidad fortalecen el estereotipo del papel subordinado de la mujer. Por ello, los iniciales actos solitarios de enfrentamiento a la hegemonía tienen ribetes heroicos y trágicos. Nuestras primeras y pocas científicas la pasaron bastante mal. El siglo XX fue una vehemente batalla para reducir las descomunales brechas a lo que es un derecho humano. Ergo, una mujer científica era un contrasentido para esas posiciones tan verticales. Sabemos que la ciencia, ya de por sí, es lamentablemente marginal en la visión de país, incluso ahora, a sabiendas que es un camino ineludible para todo desarrollo nacional.
No obstante los esfuerzos, la ciencia no es una prioridad en la sostenibilidad, tan frágil, del país. Esto tiene consecuencias graves para el desarrollo. Se agudiza cuando un patrón de pensamiento asume y despliega tácticas de marginación del talento, usando como coartada presuntas razones ajenas al mérito o las competencias demostradas. Todo modelo que excluya la idoneidad de los individuos por razones raciales o de género es un atentado a la convivencia pacífica. Cuánta inteligencia se pierde por esa cadena de estereotipos.
Por esta razón, una vez más, el reto es colosal. Sin embargo, será declarativo y un ejercicio retórico si todo el ecosistema educativo, más allá de las intenciones y sin esperar la voluntad de los gobernantes, no plantee con urgencia una formación rigurosa en ciencias y promueva intensamente la participación de las mujeres.
Margarita Práxedes nos reveló la ruta, su lucha decidida por el reconocimiento de la mujer científica, su indesmayable sed por aprender más y persistentemente, incluso en sus exilios. Ese arrojo por incorporar la ciencia en la vida forman parte, y debemos reconocerlo así, de la construcción de un país que requiere ser equitativo, insobornable, para que tenga futuro.