La vacunación no puede detenerse
Por: Carlos Meneses
“Lo que queda por vacunar está referido a los más débiles, a los que no pueden hacerlo por sí mismos y en consecuencia es tarea del Estado por cumplir”.
Cuando el gobierno de Sagasti llegó al poder encontró un país totalmente desarmado ante el ataque de un coronavirus que ha terminando por causarnos más de 200 mil muertos y que puso en evidencia el desastre de nuestro sistema de Salud, como antes había mostrado el abandono de la educación nacional.
Entonces como responsabilidad propia de buenos ciudadanos y mejores gobernantes se constituyó una comisión especial de más alto nivel de profesionales capacitados que en forma ad honorem comenzaron a proyectar la adquisición de vacunas. Además de un complejo plan de prioridades que nos estar a la altura de los países más desarrollados del mundo, pese a lo cual tuvimos la mortandad de quienes no habían recibido ninguna atención preventiva o curativa.
Las cosas se hicieron de tal manera que fue inevitable el éxito alcanzado. Por lo anterior, llama la atención que ahora haya alguien que se atreva siquiera a suponer la conveniencia de detener lo que está bien organizado, tanto que hoy día estamos al borde de la inmunidad de rebaño como demostración del éxito de los que no solamente bien pensaron, sino que mejor hicieron, pero la lucha contra el coronavirus no puede detenerse por ningún motivo.
Tenemos la obligación de proteger, como lo estamos haciendo ahora a los menores de 11 años. Después quedará pendiente de resolver lo que no puede hacerse porque no existe la vacuna para el recién nacido o para el niño menor de cuatro años. Estas están en proceso de crearlas los laboratorios que hacen esfuerzos por lograrlas y podemos estar seguros de que el Perú tendrá preferencia en la adquisición por las bondades demostradas.
En la parte que tuvo a su cargo Sagasti y que, felizmente, Castillo continuó, lo que no puede es detenerse una batalla que es por la vida. No queremos más muertos por coronavirus y la única posibilidad de lograrlo es con la vacunación, pues no existe remedio válido sobre la tierra que haya demostrado eficiencia para devolver a la normalidad a quien contrae el mal.