Palabra y obra de un presidente
Por: Carlos Meneses
“Un presidente debe tener pureza e intención, dejar de lado los amigos o familiares y entregarse a una causa que sea la del Perú entero, so pena de tener que dar cuenta ante Dios y los Evangelios sobre los que juró que ha cumplido con su deber de la mejor manera y en respeto a la Constitución, a la moral y a la ley”.
Esta cada día más cerca la oportunidad de reconocer las bondades de un sistema de gobierno que evidentemente está en crisis en el Perú. Las diferencias han hecho más visibles lo que aquí ha ocurrido para bien pensar y mejor hacer en un mundo estremecido por la violencia y por la búsqueda incesante de un mejor porvenir, una epidemia larga que ha afectado a todo el mundo ha permitido que se muestren como las diferencias y las adversidades han seguido golpeando a los mismos que antes sufrían.
Hay desempleo, hambre, diferencias que se advierten y duelen. Hay virtudes olvidadas o disminuidas simplemente, males que se acrecientan y duelen; porque se sufre por igual en las tres regiones del país y eso se nota más en los niños, ancianos, en los que no tienen a quien quejarse o son desoídos.
Cuando repasamos la historia nos damos cuenta de que los grandes, siempre, fueron humildes, generosos, abiertos para comprender las ideas de otros y constructivos en realizar obras para el beneficio común.
El presidente de la República es el primer ciudadano de la Nación. Lo es porque ha sido elegido por mayoría, eso convierte en gigantesca su responsabilidad, ya no se debe a sí mismo ni a su partido mucho menos a algún sector, sino a todos y todos tienen el derecho de exigirle lo que requieren y de ser atendidos en sus demandas.
El primer mandatario tiene que ser un ser extraordinario, merecedor del recuerdo y de la gratitud de sus conciudadanos, debe ser citado su nombre como ejemplo, su quehacer recordado como indudablemente bueno y honorable.
Si no alcanza los méritos suficientes a semejanza de los bonos de deuda que ahora tiene una empresa peruana y estatal, solo se trata de papeles sin valor o como llaman los economistas, bonos basura.