Ingreso libre como igualdad de oportunidades
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

Solo cerca del 30% de jóvenes en edad de estudiar a nivel superior lo hace en la universidad. Es uno de nuestros más graves problemas no solo educativos, sino también sociales. Tanto talento peruano que no se lleva a su máximo potencial.

Es curioso que quienes se oponen a que se abra la puerta a que ingresen directamente a la vida universitaria de manera escalonada los estudiantes más talentosos y con menos recursos sean a la vez quienes ostentan teóricamente una defensa de la educación.

Se puede entender que un escenario tan necesario de ampliar el acceso estudiantil requiera, necesariamente, una mejora sustantiva de recursos para mantener la calidad académica, y que sea solicitado firmemente por las instituciones involucradas. En este caso, las universidades públicas.

Sin embargo, lo que es incomprensible es que los opositores a esta urgencia social, tantos años reclamada, aduzcan argumentos que han descrito como populistas. Es decir, para estos defensores de una educación exclusivista y de élite, todo aquello que signifique que nuestros jóvenes tengan mayores oportunidades son descritos como políticas populistas.

¿No todos defendemos que la educación sea lo más accesible posible? ¿No predicamos en todas las tribunas que cuanto más educado un pueblo mejor para su futuro? ¿No señalamos, incluso con puesta de escena, que la educación es el futuro del país? Es paradójico que quienes han tenido todas las oportunidades y muchos privilegios para acceder a una educación adecuada sean los más tenaces opositores. Sin embargo, ni la educación privada ni la pública se oponen. En la práctica, el ingreso a las universidades privadas es libre. Es decir, todos los que postulan ingresan. Claro, se entiende que tienen el financiamiento para ello; por lo tanto, esas condiciones le dan una definitiva ventaja sobre la gran mayoría que carece de fuentes de financiamiento sistemático y permanente.

Para eso están las universidades públicas. Darle recursos en toda su cadena de abastecimiento y un soporte permanente para la mejora de la gestión son fundamentales para que este giro histórico, de acceso libre, sea un éxito. Más allá de ser un acto de justicia social, el sentido de toda educación es que se den todas las oportunidades a nuestros jóvenes más talentosos y, a la vez, se reestructuren las condiciones para su permanencia y reducir la posible deserción por causas económicas. La falta de recursos nunca más debe ser una razón para que un brillante estudiante sea impedido de acceder al circuito virtuoso de la formación educativa. Eso ha sido nefasto para un país como el nuestro, que no puede seguir dándose el lujo de desperdiciar a su población más talentosa y brillante.

Por lo tanto, el acceso libre es un imperativo educativo; asegurar eficaz y eficientemente su éxito es la única salida posible para un impacto transformador.

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