Travesuras divinas en Arequipa
Por: César Félix Sánchez – El Montonero
Las hierofanías o manifestaciones extraordinarias de personajes sagrados parecen ser cosas de un pasado remoto, por lo menos en el Occidente contemporáneo. Sin embargo, a inicios de este siglo, hace exactamente diecinueve años, Arequipa vivió un extraño fenómeno que llegó a las primeras planas de los diarios y que hasta ahora permanece envuelto en el misterio. El jueves 1 de mayo de 2003, el desaparecido diario Arequipa al día traía el siguiente titular en primera plana: «TESTIMONIAN APARICIÓN DE NIÑO CIMARRÓN EN YANAHUARA. Lo sintieron jugar y lo vieron correr». La nota, firmada por la periodista Roxana Ortiz, narraba un evento inexplicable ocurrido la noche del martes 29 de abril en el complejo parroquial de Yanahuara y atestiguado por policías y por feligresas encargadas de custodiar la imagen de la Virgen de Chapi que, a la sazón, se encontraba allí luego de la ruina de su templo tras el terremoto de 2001.
Pero ¿quién es ese «Niño Cimarrón»? Se trata de una imagen del Niño Jesús que acompañaba a la Virgen de Chapi, devoción mariana principal de Arequipa. Como se sabe, esta imagen representa a la Virgen María en ocasión de la purificación ritual que, de acuerdo a la ley de Israel, toda mujer debía realizar cuarenta días después del nacimiento de su hijo, a quien debía también presentar en el templo. Tenía que llevar una vela y una ofrenda. En el caso de la familia de Nazaret, esta ofrenda era la de los pobres: una pareja de tórtolas pequeñas. De ahí la canasta que, junto con la candela y el Niño, lleva la Virgen en sus manos. La Iglesia ve en este acontecimiento una manifestación de la humildad de la Virgen y de Jesucristo que, no estando obligados a purificarse dada su impecabilidad, se sometieron de todas formas a las prescripciones de su pueblo. Ese es el verdadero mensaje de la fiesta de la Candelaria: humildad y santa pobreza, nada más lejos de lo que este nombre evoca en algunas regiones vecinas.
Hacía ya muchos años que las escapadas del Niño formaban parte del folclore de Chapi. Se hablaba de restos de pasto y tierra que aparecían en sus vestidos, como vestigio de sus juegos y travesuras. Hasta que un día desapareció definitivamente. ¿Fugado o secuestrado? Lo cierto es que se fabricó una réplica exacta que ocupó su lugar en brazos de su Madre. Pero en 1983, el Niño volvió a aparecer, en el contexto de una inédita salida de la Virgen a Arequipa y a los pueblos aledaños. Fue entregado muy discretamente a monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, por entonces arzobispo de Arequipa, quien se llevó a la tumba los pormenores de este hecho tan curioso. A partir de entonces, el Niño Cimarrón pasó a ocupar una urna aparte en el Santuario de Chapi, lo que no significó que olvidase sus viejas costumbres. Todo lo contrario, como lo revela el único caso de sus escapadas documentado por periodistas y autoridades ocurrido en la noche entre el martes 29 de abril y el miércoles 30 de abril de 2003, que veremos detalladamente en nuestra columna de El Montonero de la próxima semana.