¿Es necesario hacer una tesis?
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario
La idea de tener un sistema universitario completamente dedicado a la investigación es irreal. Por supuesto, es imprescindible que las universidades sean centros de producción de conocimiento. Para ello tiene los científicos pertinentes que, además, deben generar una cultura de investigación y formativa en las capas estudiantiles.
De esa dinámica se genera una comunidad suficiente para mantener flujos permanentes de producción intelectual y creación tecnológica. Sin embargo, se tiene que admitir que hay una visión optimista si se presume que todos los integrantes de la comunidad deban investigar. Ese concepto de una comunidad virtuosa de investigadores ha generado una ilusión paralizante y más bien ha creado profundas antinomias en la vida académica.
La realidad, una vez más, demuestra que la ley que norma hacer obligatoriamente tesis a todos no tiene resultados adecuados. No todos los estudiantes universitarios peruanos, más de un millón actualmente, tienen como objetivo principal producir nuevos conocimientos. La decisión de estudiar una carrera universitaria es una combinatoria de incorporar nuevas herramientas y destrezas para ejercer en el campo laboral; por supuesto, hay otros que asumen legítimamente que la vida universitaria no tiene necesariamente fines profesionalizantes. La mayoría aprende y mejora sus competencias para laborar; es tan válido como de aquellos que optamos por un proyecto diferente como es la producción científica.
Por lo tanto, ¿por qué exigir que desarrollen tesis a los estudiantes de pregrado? ¿Para que demuestren que saben y dominan todo lo enseñado durante 5 años de formación universitaria? Los hechos son contundentes. Algunas instituciones, como ha quedado vergonzosamente demostrado, apelan a una aviesa estrategia masiva y de plantilla comercializada para cumplir con ese requisito exigido por ley. Entonces, amontonan una cantidad ingente de supuesta elaboración de tesis, como si la cantidad fuera el objetivo principal. Además, pululan los subterráneos mercados de producir esos documentos. A ello hay que sumarle que la estructura de las mallas curriculares de las carreras universitarias no está diseñada necesariamente para que tenga como conclusión natural un documento complejo como lo solicitado.
Se agudiza ello con la precariedad de los recursos humanos, es decir, los especialistas que enseñan a hacer artículos o tesis son escasos. En nuestro país, a pesar de los valiosos esfuerzos, son extremadamente pocos los que producen ‘papers’ y logran colocarlos en revistas indexadas. La paradoja en el sistema universitario surge inevitable: docentes que no investigan ni producen artículos son destinados a enseñar a investigar y, de esa manera, reproducen el drama y la persistencia de la fantasía. Por supuesto, hay maravillosas excepciones y esos son los que están llevando la delantera en sus instituciones.