La paz es guerra
Por: Berti Knudsen – El Montonero

“Doblepensar”, término usado por George Orwell en su novela 1984, es el proceso por el cual se inducía a la población a aceptar como verdadero algo evidentemente falso o incluso dos ideas contradictorias como correctas. Este engaño consciente era empleado para alterar la realidad y la historia, borrando todo hecho que resultara incómodo al Partido, como parte del adoctrinamiento. Esta novela, que dramatiza las consecuencias del totalitarismo, muestra una sociedad sumida en la pobreza, la ignorancia, el miedo y la mentira.

Este libro, escrito en 1945, tiene su correlato, cual pavorosa profecía, con los actuales gobiernos de países como Cuba o Venezuela, donde el totalitarismo, el terrorismo de Estado y la pobreza no son otra cosa que la consecuencia de una tiranía representada por una pequeña elite. Un partido único gobernante, que busca engañar a la población y al mundo, adulterando la realidad con fantasmas y mentiras.

Esta fórmula del “doblepensar” es también la que torpemente intenta emplear el actual desgobierno, negando en forma descarada hechos que a todas luces lo incriminan. Frases como “no más pobres en un país rico” o “palabra de maestro”. Pero a pesar de ello, este reiterado discurso de victimización, negando los hechos e inculpando a otros va rindiendo sus frutos en esas provincias olvidadas del Perú. Ya hemos visto un aumento en los índices de popularidad. ¿Contra todo pronóstico? No. Porque es justamente en los pueblos lejanos donde ha crecido su popularidad, lugares donde los valores familiares tienen mayor asidero y estos pobladores, sin ahondar en el problema de la corrupción, avalan a un presidente que dice realizar obras en zonas desatendidas.

Ese “doblepensar” era evidente también durante el mandato de Vizcarra, concentrando su Gobierno en actividades que beneficiaran tan solo su popularidad. Era lo único que importaba, lo que lo llevó a altos índices de aprobación, mientras encerraba a toda la población con la excusa del Covid-19 incrementando con ello los índices de pobreza que pasaron de un 20% al 30%. Pero eso no fue todo. Con la vacancia de Vizcarra, la población estaba tan confundida y desorientada –en especial los jóvenes– que todos salieron a las calles y no era claro si el pedido era el regreso de Vizcarra o un nuevo gobierno.

El testimonio actual de uno de tantos jóvenes que participaron en esa funesta marcha de noviembre de 2020, resulta especialmente revelador: “…participé de esas marchas porque creía estar defendiendo la democracia de un inadecuado uso de la vacancia presidencial. Luego, se supo de toda la corrupción cometida por Vizcarra. Ahora, me considero abiertamente anti vizcarrista. Si bien participé en las marchas, no vi venir que, a partir de ellas los grupos caviares e izquierdistas iban a aprovechar la coyuntura para tomar el poder… para facilitar el acceso al poder al comunismo, encarnado en Pedro Castillo.”

Otra joven que participó de las mismas marchas hoy escribe: “Finalmente, sacando a Merino del poder, los creadores de este monstruo colocaron al caviar que más disposición tenía, Sagasti. El monstruo estaba feliz, el poema del nuevo mandatario era música para sus oídos, era el mesías transitorio por el cual habían luchado, sin mencionar que antes de considerar la idea habían peleado para que Vizcarra vuelva al poder.”

Estos testimonios, como los de tantos jóvenes que salieron a las calles confundidos ante un gobierno que nos tuvo engañados, demuestran que se hizo aceptar como cierto lo que hoy podemos evidenciar como falso. Y se crearon simultáneamente contradicciones que nos llevaron a nombrar presidente interino a un miembro de la minoría parlamentaria que resultó, a todas luces, “lo más conveniente” para los organizadores de estos disturbios.

Otro ejemplo de esa técnica del “doblepensar” podría ser perfectamente aplicada a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que reemplazó el término “terrorismo” por “Conflicto interno armado”. Esa manipulación del lenguaje parece no haber sido tan exhaustiva, ya que en las declaraciones de algunos supuestos testigos se pone en evidencia un léxico que no tiene una correspondencia con la forma de hablar de los pobladores de sus localidades. De cualquier forma, el gran triunfo de la CVR es la creación del “antifujimorismo”.

Hoy que la población está más confundida que nunca, que la corrupción parece normalizada, que la mentira se esconde tras la victimización, que la ignorancia y la delincuencia amparan el nombramiento de turbios personajes en todo el aparato estatal, es importante tomar conciencia de los mecanismos usados para disfrazar la realidad.

No estaría de más buscar una fórmula para recorrer el país, visitar el Perú profundo y romper los falsos mitos creados por estos discursos divisionistas distorsionados, que buscan confundir aún más a la población. Sería lamentable terminar, como en la novela de Orwell, con un Ministerio de la Verdad, para informar mentiras; un Ministerio de la Paz para organizar guerras; un Ministerio del Amor, para persecuciones y torturas; y un Ministerio de la Abundancia, para administrar la pobreza.

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