LAS CONSTITUCIONES Y LA ECONOMÍA
Por: Manuel Bedregal Salas

“Por sus frutos los conoceréis” dice Mateo en la Biblia, afirmación que suscribo totalmente y muchos aplicamos para medir la efectividad de algo o alguien. En el mismo párrafo, el evangelista dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces… ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos”. Este principio de evaluar las cosas por sus resultados -y los procesos que llevan a éstosdebería servirnos para tomar decisiones en todos los campos. Desde la elección de quienes nos acompañarán como personas en la vida, pasando por el profesionalismo en el desempeño laboral, hasta lo que marquemos en la boleta de cada elección política. “A cocachos aprendí” dice el gran Nicomedes Santa Cruz, frase que, espero, sea propicia para todo peruano después de lo que estamos viviendo hoy: La política como traba al desarrollo, el interés menudo antes que el progreso nacional y la violencia como respuesta al descontento. Todo se inicia con nuestras decisiones las que, en el campo político, claramente debemos corregir en lo sucesivo. Hoy en día algunos falsos profetas condicionan la solución a la crisis al llamado a una asamblea constituyente que redacte una nueva Constitución dado que, según ellos, la vigente ha fracasado porque subsisten los grandes problemas nacionales de desigualdad económica y pobreza. Como si la anterior carta magna del 79 -estatista, por cierto- hubiese traído buenos frutos y la solución estuviera en el cambio del texto, sin tomar en cuenta que son personas las que actúan y ponen en práctica la organización social y las leyes. (Un buen ceviche no depende solamente de la receta sino, sobre todo, de la mano del cocinero). Son personas las que hicieron pésimo manejo del dinero que generamos los peruanos con nuestro trabajo y entregamos al Estado a través de impuestos -por incompetencia y corrupción, sobre todo- lo cual es independiente de cualquier texto constitucional. Tenemos recursos, lo que no existen son suficientes funcionarios públicos competentes y honestos, con vocación de servicio. Por otro lado, es innegable la presencia de empresarios corruptos y codiciosos. ¿El nuevo texto constitucional hará que estas personas cambien? Claro que no. Con información objetiva, veamos los frutos de la economía de nuestro país con los dos modelos de constitución más recientes: La del 79, estatista y anti mercado, y la del 93, de economía social de mercado. Fácilmente podemos deducir con cuál se obtuvo mejores resultados -y elegir el árbol que debe seguir dando frutos y el que debe desaparecer-. Claramente recién con la constitución del año 93 se cambiaron los malos frutos obtenidos con las constituciones estatistas anteriores, como la del 79. Con la actual creció más del doble el ingreso de los peruanos, exportamos casi 20 veces más, la inflación fue derrotada después del fracaso del primer gobierno del APRA -que nos llevó hasta la inimaginable cifra de 7 482% en el año 1990- y la pobreza se redujo a la tercera parte -aunque claramente aún queda aún mucho por hacer-. Estos resultados, aparte de otros- pudieron haber sido mucho mejores con un Estado competente y efectivo en todo nivel. Es increíble que haya peruanos que luchen por volver al modelo anterior. Quienes queremos el progreso debemos defender las ideas centrales en el campo económico de la actual Constitución proponiendo algunas mejoras, no cambios totales que solo generarán incertidumbre ahuyentando la inversión privada que crea riqueza. Debemos también elegir mejor, a quienes puedan hacer un eficaz y honesto uso de los recursos que el modelo de economía social de mercado produce.

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