La Religión. ¿Qué es después de todo?
Por: Pedro Rodríguez Chirinos – Asociación Rerum novarum.
La Religión, de ella varias preguntas deben ser planteadas , ¿En qué consiste la perspectiva religiosa del hombre, y qué significa? ¿De dónde proviene? Aún más: ¿Existe un equivalente a una referencia trascendente y un objeto de la actividad religiosa del hombre? ¿Cuál es su naturaleza?
Antes de acercarnos a ver los aspectos antes mencionados, decimos que la religión, en cuanto a término proviene del latín, “religio”, es estar ligado, unido, como conjunto de creencias o dogmas acerca de lo divino, de la veneración y temor hacia ella, de las normas morales y de prácticas rituales, esencialmente la oración y el sacrificio para darle culto.
En términos generales, el fenómeno religioso consiste en una relación entre el hombre y una realidad distinta a él, a saber, una realidad superior y trascendente. Por consiguiente, la dimensión religiosa del hombre supone una referencia a la existencia real de una realidad trascendente, que constituye el objeto de estas acciones religiosas. La cuestión de la «religiosidad» del hombre es de singular importancia, pues conduce a una determinación de las cuestiones y dimensiones finales de la vida humana.
De hecho, las grandes edades de la historia humana pueden ser identificadas por sus diferentes relaciones con la religión (Feuerbach). La Edad Media, por ejemplo, consideraba la religión como el valor principal, que impregnaba la vida individual y social. Hoy, debido a la influencia de Hegel, Feuerbach y Marx, la religión es considerada por algunos como una influencia negativa sobre la autonomía del hombre y como un obstáculo en el dinamismo de su desarrollo. Somos hoy testigos de un conflicto entre dos tipos opuestos de humanismo: el humanismo inmanente (ateo), que considera al hombre como un ser completamente autónomo, el más valioso de toda la realidad; y el humanismo teísta, que sostiene que el hombre es un ser de máximo valor en el ámbito de los entes creados; su existencia se agranda sin medida, pues es la consecuencia óntica de la unión psicológica y moral del hombre con un Ser trascendente.
Las principales críticas modernas a la religión (Marx, Nietzsche, Freud y Sartre) sostienen que ésta no tiene fundamentos permanentes, necesarios y reales en la naturaleza del hombre. La religión existe como resultado de la condición adversa y frustrante de la existencia del hombre en el mundo. Así pues, la eliminación de la religión es esencial para restaurar la dignidad del hombre.
Como reacción ante esta interpretación inadecuada de la religión, han surgido teorías que reflejan la originalidad e irreductibilidad del fenómeno religioso a otros ámbitos de la existencia del hombre. Ellas suministraron un campo fértil para el crecimiento de la fenomenología y la filosofía de la religión. Su objetivo era descubrir y establecer la esencia de los actos religiosos, de la divinidad, de la santidad y otros semejantes. La aplicación del método fenomenológico a la filosofía de la religión logró resultados espectaculares de la mano de R. Otto, E. Brunner, M. Buber, M. Eliade, R. Guardini, G. van der Leeuw y, sobre todo, Max Scheler.
La historia de la cultura y la religión humanas nos facilitan muchos datos empíricos, de modo que podemos decir con alta probabilidad que la religión es indesligable de la vida humana. Dondequiera que aparece el hombre, desarrolla una actividad religiosa. La universalidad de la presencia de actos religiosos está fuera de discusión.
Un asunto bastante controvertido, asimismo, lo constituye la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué es la religión y cuáles son sus fuentes últimas?
Intentando responder a esta pregunta, buscaremos aquellos elementos que son comunes a todas las religiones. Pero primero debemos definir lo que es un «hecho religioso» o el «fenómeno de la religión». En su sentido original, básico, un «hecho religioso» es la propia referencia y tendencia del hombre a una realidad trascendente. La oración, el sacrificio y el culto son, por lo tanto, actos religiosos o la realización de tal referencia. Una descripción más precisa del «hecho religioso» incluye: (1) una indicación de lo que constituye tal referencia y, por consiguiente, de lo que es el objeto trascendente; (2) cómo es dada al hombre tal referencia (en qué tipo de actos humanos); (3) cómo se relaciona el hecho religioso con otros actos humanos (cognoscitivos, morales, estéticos).
La historia de las religiones sustenta el carácter personal del objeto de la religión. Las religiones de la China, la India y Grecia hablan de las deidades personales de Zeus (Grecia), Mitra, Varuna, Indra (Persia) y Horus-Ra (Egipto), así como el jainismo de sus deidades y también las religiones de la India y el Japón. Además, la religión siempre ha sido considerada como una búsqueda del fundamento de la vida personal del hombre. Éste ha buscado una respuesta a la interrogante sobre el sentido de sus acciones y de su vida personal.
El cristianismo significó un momento excepcionalmente interesante en la comprensión del objeto de la religión. Éste es el Absoluto personal, que es simultáneamente una comunidad de Personas. El Dios Uno y Trino es, para el hombre, el modelo ideal de unión religiosa. Contiene en sí una relación con un «Tú» Trascendente y, al mismo tiempo, con otras personas en una perspectiva horizontal (mandamiento de amor a Dios y al prójimo). Hemos definido la religión como unión del hombre con una realidad trascendente que justifica la vida humana como existencia personal. Debemos ahora hacer la siguiente pregunta: ¿De qué modo es dada al hombre esta religiosa «referencia al otro»?
Es difícil determinar el carácter específico de la experiencia religiosa. En cuanto experiencia personal, involucra todos los elementos de la psique humana (e incluso del cuerpo): cognoscitivo, volitivo y emocional. Cada experiencia es, además, irrepetible e inconmensurable. No obstante, podemos distinguir tres fases básicas que constituyen este proceso compuesto: (1) contacto con una realidad religiosa, (2) «apropiación» de la actividad por parte del sujeto «impactado» por el objeto religioso, (3) actualización del vínculo consciente con Dios, a través del acto religioso dirigido hacia el objeto religioso.
En todas las religiones, pero particularmente en el cristianismo, la experiencia religiosa se desarrolla desde una aceptación pasiva de la acción de Dios (primera fase), a través de diversas actividades cuyo propósito es liberar al hombre de limitaciones y dirigirlo hacia Dios (segunda fase), hasta el estado de actualización del vínculo, la unión que es preparación para una vida plena con Dios y en Dios, que ha de ser la condición del hombre después de la muerte.