Fracaso de Puno no es victoria gubernamental
Por Juan Sheput El Montonero
Desde algunas esquinas oficialistas se ha querido vender la idea que el fracaso del paro en sectores meridionales del país es obra del Gobierno y del Congreso. Nada más equivocado. Sería la primera vez que un Gobierno que no hace nada por Puno u otras regiones capitaliza políticamente a su favor. De igual manera un Congreso que no puede enviar a ni uno de sus 130 parlamentarios a hacer una efectiva labor de intermediación es un Congreso sin representatividad, legitimidad ni predicamento.
Es la economía, ¡estúpido!, diría Bill Clinton. Si se trata de encontrar un factor que haya sido gravitante en el fracaso de la convocatoria al paro puneño ese ha sido el factor económico. Me lo decían amigos periodistas de la región, en off y en medio de largas entrevistas: en Puno no hay posibilidad de diálogo ni con ministros ni parlamentarios. En esas condiciones es imposible establecer un marco mínimo de entendimiento. Fue la mano invisible del mercado, esa que según Adan Smith mueve la cuna de la economía, la que surgió entre el desorden político y contuvo la iniciativa del llamado al paro.
Es un hecho que empresarios de todo calibre quieren recuperar niveles económicos prepandémicos. Pero eso sin política es literalmente imposible. El Gobierno de Dina Boluarte, con un cada vez más desubicado Alberto Otárola, quiere inducir a la población a que crea que existe un clima de calma y tranquilidad, elementos básicos para conducir el barco del país hasta el 2026. Es obvio que no saben ni donde están parados. Siguiendo la línea de la misma metáfora un marinero curtido sabe que la calma suele preceder a la tormenta, y no dudo que lo que se está gestando, ante la inacción del Gobierno e inutilidad del Congreso, puede devenir en una tormenta imparable.
En las regiones se sigue hablando de adelanto de elecciones y se culpa de todos los males a la actual Constitución. Ante ello no hay ni un solo parlamentario que salga al frente. La falsa derecha, inútil e ingenua, ha abandonado su rol en la oposición y se lo ha entregado torpemente a la izquierda, que se solaza jugando un partido sola en la cancha. La pequeñez política de los “líderes” de la ingenua derecha se ha contentado con bajar de liga y dedicarse a aplaudir a Dina Boluarte, congraciarse con un Congreso corrupto y hasta en servir de soporte al nuevo Defensor del Pueblo.
No, señores del Gobierno y del Congreso, ustedes no han hecho nada para el interregno aparentemente pacífico que atravesamos. Hay una profunda crisis ética y moral y un paupérrimo comportamiento de la economía. La delincuencia y la inseguridad se han disparado y no hay fiscalización ni control político. Y de la profundización de todos esos males ambos, Gobierno y Congreso, sí son responsables.