Por: Pedro Rodriguez Chirinos – Asociación Rerum novarum.

Se reconoce los estudios de las ciencias y sus aportes en biología, psicología, antropología filosófica y la teologal y otras a fines. Que somos seres sexuados es una realidad, es la naturaleza y la naturaleza nada hace en vano. La Doctrina cristiana sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos propone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo.

El matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades. Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que, por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas.

Mientras que la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual.

Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Eso es lo que nos dice el Catecismo, exposición base de nuestra doctrina cristiana.

Ahora pasamos a dar unas apreciaciones sobre la unión civil. Hay una crisis provocada por una nueva forma de vivir la sexualidad, conocida con el nombre de “revolución cultural” o “revolución sexual”. Las conexiones y los vínculos tradicionales y naturales, matrimonio y familia, dentro de cuyo contexto se vivía la sexualidad y encontraba su sentido, se consideran opresivos y un obstáculo a la libertad de la persona. La liberación sexual es concebida y realizada como ruptura programática de estos vínculos.

Así, se intentará separar el ejercicio de la sexualidad de la institución del matrimonio y de la perspectiva de la paternidad y la maternidad. La sexualidad no involucra a las personas como tales, de ahí el rechazo hacia todo discurso moral sobre el sexo. Estas propuestas, junto a la eugenesia y la eutanasia, han generado en varios países desarrollados golpes a sus pirámides poblaciones, alterándolas y creando una escasez de niños y un exceso de adultos mayores, todo ello con soluciones dramáticas, como, por ejemplo, en la actualidad se plantea exportar ancianos como bienes y dadores de servicios a otros países. No podemos copiar modelos equivocados o tener que aceptar políticas poblacionales en vista de ayuda económica o social. Si bien respetamos y apreciamos a los homosexuales, exactamente de la misma manera y con el mismo reconocimiento a su dignidad que a los demás, no compartimos su conducta y pedimos que respeten nuestra conducta.

Se rechaza generalmente el matrimonio homosexual, porque se considera que el sentido de esta institución – el matrimonio – y su propio concepto que lo define es la unión entre un hombre y una mujer, para formar una familia, eso es sociedad conyugal, donde se da el amor, la fidelidad, la procreación; en otros términos, esta incluye también la posibilidad que hombre y mujer procreen, eduquen y protejan a sus hijos. Apreciamos, comparando los derechos surgidos del matrimonio civil, los derechos reconocidos a las uniones de hecho y las nuevas propuestas de uniones civiles no matrimoniales. En estas últimas por lo general, la llamada unión civil no se puede comparar como matrimonio. El uso de esta institución tan básica y de origen natural en un carácter equivocado de “matrimonio gay”, como una forma de autoafirmación personal o de logro de privilegios, va en contra de la ley natural, naturaleza de la familia, célula básica de la sociedad, la cual defenderemos siempre.

Por lo expuesto, también excluimos la posibilidad de que adopten niños. Si se persiste en esa idea de ley de unión civil, existe la posibilidad de otras leyes que permitan procedimientos, como derechos reconocidos a las uniones de hecho, compartir patrimonio o asistencia, seguridad, que no afecten “nuestro orden en cuanto al matrimonio y la familia, de acuerdo al bien común”.