PADRES AL ESTILO DE DIOS
Por: Javier Del Río AlbaArzobispo de Arequipa

El viernes pasado hemos celebrado la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y este domingo celebramos el Día del Padre. Dos bonitas fiestas que podemos relacionar con mucho fruto. La paternidad es un don de Dios, pero, especialmente en este cambio de época, muchos padres no saben cómo ejercerla. Como escribió hace unos años el Papa Francisco: «uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran las familias hoy es seguramente el desafío educativo, todavía más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual y de la gran influencia de los medios de comunicación» (Amoris laetitia, 84). No pocas veces los papás se sienten en una situación muy difícil para ejercer la paternidad porque no llegan a entender la cosmovisión de sus hijos, la manera en que estos ven el mundo y conciben la vida, muchas veces mal influenciados por las redes sociales. Otras veces, asumiendo los principios de una sociedad materialista, los padres dedican mucho tiempo a sí mismos o a trabajar para brindar bienes materiales a sus hijos, con lo que les queda pocas horas para estar en el hogar. Esas y otras razones que ahora sería largo enumerar, ocasionan que el diálogo entre padres e hijos, medio fundamental para la educación, se vea debilitado, herido o, incluso, se pierda por completo. Por ejemplo, cuando los padres se sienten impotentes ante los hijos y abdican de su responsabilidad de educarlos o, en el otro extremo, asumen la vía del autoritarismo o la violencia.

Ante esta realidad, contemplar el Corazón de Jesús puede ayudar a los papás a encontrar la fuente que les ayude a ejercer su paternidad conforme al diseño de Dios. Como hace unos días ha dicho el Papa Francisco: «contemplando el Corazón de Cristo descubrimos la grandeza del proyecto de Dios para la humanidad», un proyecto que brota de su amor infinito de Padre y que se manifiesta en que «nos viene a buscar cuando estamos perdidos, nos levanta cuando caemos y nos hace renacer de la muerte…un Padre que no rechaza a nadie, sino que acoge a todos» (Discurso a las OMP, 3.VI.2023). He aquí el punto de partida para el ejercicio correcto de la paternidad: la acogida. Como Dios nos acoge siempre a nosotros, los papás están llamados a acoger siempre a sus hijos y hacerles presente el amor de Dios Padre: «cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino» (Amoris laetitia, 177).

Contemplar el Sagrado Corazón de Jesús traspasado por amor a nosotros, nos recuerda que, al estilo de Dios, la paternidad debe ser siempre cercanía, compasión y ternura. Nunca indiferencia ni abandono. Tampoco permisividad. No hacen bien los padres que dejan crecer a sus hijos sin ponerles límites ni corregirles cuando obran el mal, porque como también ha dicho el Papa en una reciente entrevista: «Los hijos necesitan la caricia, el amor, pero también el no a los caprichos…si un padre y una madre no regañan a un niño, es que algo va mal» (L’Osservatore Romano, 9.VI.23, p. 6). ¡Recemos por los papás!

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