¿Quién genera la inestabilidad política en el país?
Por: Alejandro Paz S.

Cuando los poderes del Estado cumplen sus funciones, no se exceden en sus atribuciones, respetan el ordenamiento legal, prima la moral y la ética personal y social, se podría afirmar que estamos en una sociedad confiable que brinda estabilidad política, social y económica a sus ciudadanos e instituciones del quehacer gubernamental y al inversionista privado.

Este ideal de Estado se transforma en irreal cuando en principio se falta a las propias obligaciones de familia, en el hogar, en el que la intolerancia, la falta de respeto conlleva a la violencia física y psíquica de sus componentes. Esta anomalía se lleva a la escuela, al trabajo, a la sociedad en general, desbordando conductas dignas para convertirse en actores irreverentes frente a los demás, procurándose para uno ventajas sórdidas que se camuflan bajo un buen vestir y enarbolar a voz imponente que se es correcto y que son la reserva moral del país, pero su actuar al verle tras el velo de la verdad, no son sino corruptos que se llenan de alegorías para juzgar y someter a quienes realmente aún enarbolan principios y virtudes férreas adquiridas en el espíritu de familia; sin embargo, éstos llevan consigo un gran defecto, el tolerar, callar y cumplir sus deberes, como si fueren simples seguidores de sus autoridades nefastas.

Se convierten en una nube sin aparente rumbo, van perdiendo la fuerza de la voz y el silencio es su conformidad, para qué hablar, para qué protestar, para qué luchar, si la otra gran mayoría, la que grita, atropella, injuria, golpea, no le pasa nada y son los que deciden en las urnas a nuestros representantes y autoridades, elegidas directamente o por delegación. Son éstos los que dicen estar disconforme con todo, que el Estado no atiende sus necesidades, que son explotados, que son marginados, que no tienen oportunidades, a cambio no quieren integrarse a la formalidad, no tributan, no respetan la autoridad, están en la conveniencia de vivir sin obligaciones, de exigir derechos que no respetan, sobrepasar las normas, estar en la inmundicia del resentimiento, próximos a la anarquía, buscar su propio bienestar sin importarle el prójimo, la fortaleza del Estado, menos conservar una cultura de paz, de progreso social y sostenibilidad en el tiempo para la familia y el bienestar social en general.

Esta entropía social, si así la consideramos como una medida del desborde del sistema democrático, pasa por la debilidad y ausencia de partidos políticos que se formen alrededor de alguna doctrina política, social y económica que alcance propuestas sólidas para el desarrollo del país de forma mediata y a futuro, con medidas inmediatas que permitan su transición e implementación en el tiempo. Ahora, si se elige advenedizos sin formación mínimamente aceptable, con pasado delictuoso, turbulento, adeptos a la corrupción, qué futuro podemos esperar. Es por ello, ya una reflexión sincera, autocrítica y aceptar los errores en que se ha incurrido o se ha permitido que se establezcan como si fueran parte de un pacto de convivencia, que es miserable para miserables.

La llamada toma de Lima, sin mencionar las veces que pudiera suceder, debe responder a la pregunta, ¿quién genera la inestabilidad política en el país?.  Sin duda es la clase política actual, que es una mezcla de desventurados que ven en nuestra política endeble la oportunidad de obtener ventajas sin la menor vergüenza ni responsabilidad, la que se diluye bajo componendas en el Congreso con la permisibilidad de mantener también un Ejecutivo ilegítimos, que la gran mayoría de mayorías demandan que cesen, que se vayan, pero que va perdiendo fuerza por el pasar del tiempo. Ahí está el estoicismo del buen peruano, pese a todo ese devenir, está de pie con la esperanza de tener un gobierno mejor a futuro. Se firme peruano, llegará el momento de levantarnos todos juntos, con la razón y la fortaleza de no dejar nuestro país en manos de aquellos ruines que se refugian en el anonimato y el crimen organizado.     

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