Hay algo más después del 19
Por: Alejandro Paz S.

Después de la mal llamada tercera toma de Lima, el Gobierno menos el Congreso pueden asumir una postura triunfalista al pasar esta acción con escaso impacto a nivel nacional, como tampoco se pudo observar en la Capital limeña. Hay varios factores que se presentaron para desfavorecer la protesta de gran mayoría de peruanos; sin embargo, deja una asonada de movimientos de izquierda radical que aun enarbolan acciones de lucha. No es creíble que puedan doblegarse tan parsimoniosamente, hay algo más.

Se ha podido identificar a algunas organizaciones, llamadas por otros facciones de izquierda, como el  Comité Nacional Unificado de Lucha en el Perú – Conulp, que acoge a organizaciones campesinas y otros frentes de defensa; a la Central Única Nacional de Rondas Campesinas del Perú – CUNARC y a la Confederación General de Trabajadores del Perú – CGTP, como a la autodenominada asamblea de los pueblos, y movimientos estudiantiles, que representarían la izquierda de siempre, pero sin perder su beligerancia e intransigencia en muchos casos; y finalmente un sector subrepticio de centro izquierda o izquierda progresista, que no dejan de alentar acciones violentistas.

Si bien sus plataformas e intereses son disímiles, coinciden en demandar la salida de la presidenta Dina Boluarte, cierre del congreso, convocar a Asamblea Constituyente y la liberación de Castillo por parte de Conulp. Estas demandas se verían de manera auspiciosa si se considera, según última encuesta de CPI ante las marchas programadas para el 19, Boluarte tiene una desaprobación del 80,5% y el Congreso el 90,8% números más que suficientes que demuestran la casi nula aceptación de sus gestiones.

Identificados los movimientos que están detrás de estas marchas, pone en evidencia que la izquierda está desunida, mas no desarticulada, no se ve un acercamiento para proponer plan de gobierno racional y superar no solo la inestabilidad política del país, sino que asumen concepción irresponsable ante el Perú. Luego seguirán las negociaciones de siempre, de cupos, sin control alguno, con el gran riesgo de contar nuevamente con indeseables congresistas.

Lo peor, lo negativo, es que ni siquiera han debatido las causas de la gran oportunidad que tuvieron para hacer un gobierno ejemplar de izquierda, no hablan de Castillo quien es el responsable histórico ante la izquierda peruana y el electorado que le confió el país. Si no hay autocrítica que se puede esperar de estos movimientos, nada positivo. Sus dirigentes o los llamados a concertar entre ellos mismos se esconden, porque también están manchados, no tienen capacidad, son más de lo último, salvo algunas excepciones como de alguien que demostró ser consecuente con ideas programáticas de izquierda; sin embargo, por detrás había un Castillo y secuaces comprando votos para mantenerse en el sillón presidencial, bajeza imperdonable para el vendedor y el comprador.

De estos avatares, no hay que soslayar que la izquierda está derrotada, aun así está conversando, el país no tiene líderes visibles para alcanzar propuestas de gobierno y acciones que fácilmente puedan ser asimiladas por un electorado golpeado en sus marchas, mientras la presidenta y su ejecutivo buscan formar un nuevo partido. Hay algo más. Recién comienza a armarse el rompecabezas.

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