Nos toca aplicarlo
Por: P. Luis Andrés Carpio Sardón

“El cristiano sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario” (CDSI 7).

Estas líneas del Compendio de la doctrina social de la Iglesia (CDSI) son muy alentadoras porque nos ponen “la pelota en nuestra cancha”: nos dicen que en el CDSI se nos dan las ideas principales para enfrentar la vida de una manera honrada y recta: pensando bien, decidiendo  bien y actuando bien; pero que nos toca a cada uno aplicarlas en nuestra vida diaria, en nuestras circunstancias personales y en nuestra época.

A modo de ejemplo podemos decir que en el CDSI se nos enseña que una verdad que debe dirigir nuestras vidas y la sociedad misma es que nos cuidemos entre todos como personas humanas que somos, pero en nuestra integridad. Sin quedarnos sólo en ver lo externo: ¿cuánto gana?, ¿tiene éxito?, ¿tiene fama?, ¿tiene poder?…; sino también ¿cómo se siente?, ¿qué sentido tiene su vida?, ¿qué le ilusiona?, ¿qué le preocupa?, etc. Lo importante es cada persona en su totalidad, también en su interior.

En ese proceso de traducir esas ideas principales en realidades concretas, cada uno actuamos con iniciativa, de modo que de manera ordinaria, cabrá múltiples aplicaciones de un mismo principio de la doctrina social de la Iglesia, así como muchas soluciones a un mismo asunto, dando lugar a un gran abanico de posibilidades de vivir, en el día a día, el “estilo” que enseña el Evangelio que, como dije en otro artículo, se puede resumir en la pregunta: ¿qué haría Jesús si estuviera en mi lugar ahorita?.

El paso del tiempo y el cambio de las circunstancias en las que vivimos son también una invitación constante para que, haciendo una sana autocrítica, revisemos nuestros planteamientos, puntos de vista, modos de hacer, etc. para que lo que enseña el CDSI siga iluminando nuestro día a día: de modo que podamos dar una respuesta siempre actual a las circunstancias de cada época, con una fidelidad delicada a las ideas principales del mensaje de Jesucristo, que son permanentes.

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