Pero, ¿quién es mi prójimo?
P. Luis Andrés Carpio Sardón

“Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar”. Así, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nos ayuda a responder a la pregunta de quién en verdad es mi prójimo.

Ante la realidad de la globalización, que nos lleva a estar enterados de lo que pasa en todo el mundo en tiempo real, la idea de prójimo ya no es sólo el que está próximo físicamente a mí. Ahora podríamos, en principio, también ayudar a quien lo necesite aunque esté muy lejos de nosotros.

Sin embargo, esta misma realidad también podría, por el contrario, llevarnos a quedarnos inmóviles a la vista de tanta necesidad en todo el globo de la tierra, pensando que es imposible para cada uno de nosotros resolver los problemas de tanta gente.

Con la globalización, “se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto”, sigue diciendo el Compendio: nada de “parálisis por análisis”; el mensaje cristiano se refiere siempre a personas concretas, mejor si es con nombre y apellido, que aunque numéricamente terminen siendo pocas, por aquello de que “lo que suma, no resta”, toda expresión de atención, cercanía, cortesía, amabilidad, acogida, servicio, cuidado, etc., que se preste a una sola persona, mejora y ennoblece a la humanidad.

Siguiendo con las enseñanzas del Compendio: “aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a un actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora”. Es otra formulación de: “hechos, y no palabras”. Me parece especialmente importante que el énfasis se ponga en lo que yo puedo, y por lo tanto debo, hacer aquí y ahora. Y es que el mensaje de Cristo es práctico y concreto. Lejano a quedarse en una bonita teoría.

La globalización, entonces, nos propone más posibilidades reales y concretas de ayuda, y no menos: porque, como ya dijimos, ahora también podemos ayudar, con hechos, a personas que están físicamente lejanas.

Entonces, pongamos siempre nuestro grano de arena que, por ser lo que podemos hacer, es todo nuestro aporte al bien del mundo. Volvemos a la idea de que todo bien, suma.

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