El error de Vargas Llosa
Por Augusto Vera Béjar

Acaba de salir a la venta la última novela del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, Le dedico mi silencio, en la que junto a sus habituales personajes y su reconocida prosa intercala pasajes de hechos y personajes reales de la música criolla peruana, los cuales se van engarzando con sus imaginarios seres a lo largo de toda la novela.

Al tratar el tema de la música criolla, parte importante de su última obra, se apoya en los estudios realizados por reconocidos autores como Gérard Borras, Eduardo Mazzini y César Santa Cruz, junto a sus propias experiencias con algunos autores e intérpretes de valses criollos entre las que destaca el recuerdo de una falta que cometió y de la cual se arrepiente cada día: el haberle criticado en público a Chabuca Granda por los personajes a los que cantaba en sus valses, en los que bellas muchachas de sociedad caminaban por Lima en las épocas coloniales cuando, según su opinión, el valsecito era la típica melodía de la clase popular. Vargas Llosa se arrepiente más por haber escrito lo que él llama un artículo prescindible, con esas críticas.

Hasta ahí todo es natural y cierto pero cuando aborda lo escrito por César Santa Cruz Gamarra, en especial su libro “El Waltz y el valse criollo”, comete el grave error, lamentablemente repetido en varios párrafos de su libro, de confundir al autor con su conocido y famoso hermano Nicomedes Santa Cruz Gamarra, el inolvidable decimista peruano.

Yo conocí personalmente a César Santa Cruz Gamarra, profesor de música graduado en el Conservatorio Nacional y tuve la suerte de compartir con él el escenario en Lima. César con su clarinete y yo con mi violín. Era compositor de valses criollos y buen instrumentista, pero no se le conoce como autor de décimas. Todavía guardo la partitura que me obsequió de su villancico “Que vengan los reyes magos”, creado con hermoso texto y extraordinario ritmo negro.

Con toda seguridad, la editorial madrileña Alfaguara, cuando se trata de Vargas Llosa, no utiliza un lector editorial, persona que se acostumbra tener antes de editar una obra, pero en este caso hubiera sido útil para evitar la gran confusión ocurrida con un personaje básico del arte criollo peruano, el siempre recordado decimista Nicomedes Santa Cruz Gamarra.

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