Festividad es una de las más importantes de América

La festividad de la Virgen de la Candelaria es la celebración más fastuosa del calendario jubilar de la región Puno y del Perú y una de las más importantes de América, que aglutina a una multitudinaria participación de danzantes, músicos y espectadores unidos bajo la devoción a su madre protectora, la virgen María, conocida en Puno como la Mamacha Candelaria.

VIRGEN DE LA CANDELARIA

El origen de la festividad en honor de la “Mamacha Candelaria”, como se le conoce en Puno, se remonta al siglo XVI con la conquista española del imperio de los incas, que estuvo acompañada de la presencia evangelizadora y pastoral de la iglesia católica que predicó la devoción a Jesucristo y la veneración a su madre, la virgen María. 

La imagen fue traída al Perú el 2 de febrero de 1583 desde Cádiz o de Sevilla, desde donde partían los galeones del imperio español que transportaban a las autoridades políticas y religiosas enviadas a sus colonias.

Sin embargo, el culto a la Virgen de la Candelaria se remonta al año 1392 en Tenerife, la isla española más grande del archipiélago de las Canarias, en el océano Atlántico, que era parada obligatoria en los viajes desde la península del imperio español hacia América. Por tal motivo su imagen fue inculcada en los territorios coloniales.

En el caso de la veneración en Puno evidencia un culto que, para muchos investigadores, está relacionado a las prácticas celebratorias de un calendario ritual agrícola prehispánico, cuya expresión estaba fuertemente impregnada de danza y música.

La advocación, así como a los santos patrones, cruces e iglesias, fue una de las principales herramientas utilizadas por los evangelizadores españoles para promover la cristianización en los Andes y que se centró, en este caso, en el altiplano peruano.

Por su parte, las danzas peruanas tienen un origen prehispánico, pero durante la época colonial, en el proceso de evangelización, durante los siglos XVI y XVII, se hizo uso de las manifestaciones religiosas de la población local, como los takis o danzas, para que, mediante ellas, se venere a las imágenes sagradas cristianas.

En la actualidad, tras el sincretismo generado, las danzas que hacen apología a las divinidades cristianas y andinas se convirtieron en parte del acervo cultural de Puno.

La Virgen de la Candelaria lleva este nombre debido a la vela encendida que porta en su mano derecha. Junto a dicho elemento, porta en la misma mano una canasta con dos tórtolas ofrecidas en sacrificio, que representan la purificación de la maternidad posterior a los 40 días del alumbramiento según la tradición judía.

Asimismo, la Virgen carga en su brazo izquierdo al niño Jesús para presentarlo en el templo de Jerusalén, tal como relatan los evangelios sobre la vida de Cristo en el Nuevo Testamento.

DEVOCIÓN Y CELEBRACIÓN

La devoción en Perú se originó en el pueblo de Huancané, al norte de la ciudad de Puno. La imagen obtuvo un número cada vez mayor de seguidores, los cuales lograron que ésta fuera trasladada a la iglesia de San Juan de Puno, convirtiéndose en el Santuario de la Virgen de la Candelaria, quien obtuvo mayor aceptación y veneración que el mismo patrón San Juan.

La festividad contemporánea surgió mediante la organización del Instituto Americano de Arte y posteriormente por la Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno. 

La festividad empieza el 21 de enero y culmina el 17 de febrero, días en los cuales se llevan a cabo diversas ceremonias. Los días más importantes son el día 2 de febrero, día central de la fiesta, donde se celebra misa, procesión y el “Gran Concurso de Danzas Autóctonas”, esta vez en el estadio de la Universidad Nacional del Altiplano, con presentaciones de Llameradas, Ayarachis, Wifalas, Choqqelas, Sikuris, entre otras danzas originarias de Puno. 

La Octava, realizada siete días después, está comprendida por la celebración de la misa, procesión y el Concurso de Trajes de Luces, también llamados mestizos. 

Las danzas más representativas son la diablada, morenada y caporales. Los sikuris se encuentran en ambas facciones, deleitando con el sonido de sus sikus, antaras o zampoñas. Durante todos estos días, no se escatima en comida, bebida ni adornos, tanto en las calles como en los trajes. 

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