El día que los arequipeños salvaron a “su cervecería”

Por Carlos Meneses Cornejo

ESPECIALES DE AREQUIPA

La ciudad ayudó a los que llegaron para trabajar por ella.

Arequipa siempre ha tenido brazos abiertos para todos aquellos que llegaron por estos lares a generar empleo, hacer obra y hasta producir cerveza.

Manuel J. Bustamante de la Fuente, un distinguido abogado de otros tiempos, escribe sobre el desarrollo de Arequipa cuando llegó el ferrocarril que unía a Mollendo con el Cusco y que motivó el desarrollo de muchos lugares, especialmente la irrigación de tierras.

También cuenta que un grupo de alemanes arribaron por aquí para hacer una cervecería, pero estuvieron a punto de perder su empresa por culpa de la Guerra Mundial.

El grupo estaba liderado por Don Ernesto Günther, quien además recogía especies de plantas raras que terminó por obsequiar a un museo alemán. Günther era un gran señor que promovió la hacienda Ongoro, fomentó la importación de ganadería y dejó a su muerte un generoso legado para un pabellón de pediatría en el hospital Goyeneche.

Su hijo Adolfo Günther Pastor fue gerente de la cervecería de Arequipa y también de la de Cusco, aparte de asumir el consulado de Alemania.

En tal tiempo, la cervecería tomó el nombre de Cervecería Alemana Günther que se instaló en Vallecito y que dio motivo a la creación de una urbanización. En ese entonces, Estados Unidos ingresó a la Guerra Mundial contra Alemania, detienen a los alemanes que por aquí vivían y los enviaban a campos de concentración, luego se apoderaban de sus bienes, haciendo gala de abuso y medio.

La cervecería cambia de nombre y aparece como Compañía Cervecera de Arequipa y llega a esta tierra un estadounidense del Servicio de Inteligencia de apellido Greenup.

Por entonces, el directorio de la cervecería de Arequipa y Cusco era presidido por el abogado Manuel J. Bustamante de la Fuente, peruano de nacionalidad y además arequipeño, en tal condición fue a buscar al enviado norteamericano para precisarle que la cervecería era arequipeña y no propiedad de alemanes.

Se encontró con un individuo malcriado que le dijo, levantando la voz y en forma insolente, que Bustamante estaba defendiendo los intereses de los enemigos de Estados Unidos.

No terminó de hablar porque Bustamante dio un puñetazo a la mesa y le dijo: “Yo no tolero que usted que es un extranjero me hable a mí, que soy peruano y que estoy en mi casa, en ese tono. ¿Usted permitiría que un peruano le hablase así a un norteamericano en Estados Unidos?”, y tomando su sombrero se retiró sin despedirse.  

Inmediatamente abordó un automóvil y se dirigió a Palacio de Gobierno, solicitó una entrevista con el presidente Manuel Prado, le relató lo ocurrido y le pidió que detuviera al insolente que pretendía mandar y dictar medidas expropiatorias contra los peruanos.

Prado cogió el teléfono, habló con el ministro de Hacienda y le dijo que llamara al embajador, le dijera que un polizonte apellidado Greenup debía irse de Perú por su insolencia y abuso para con los peruanos, además advirtiera que las cervecerías de Arequipa y de Cusco eran nacionales y no alemanas y que no las podía tocar.

En una noche, las acciones que habían sido de alemanes se convirtieron en peruanas y la cervecería cambio de dueño para no ser objeto de limitaciones en su manejo.

El gobierno norteamericano retiró a Greenup de Arequipa y la cervecería pudo seguir trabajando sin problemas hasta que se acabó la guerra.

Local de la antigua cervecería.

Cuando el conflicto bélico terminó, llegó a Arequipa un nieto de Ernesto Günther, Ernesto Von Wedemeyer para asumir la gerencia de la cervecería local, mientras que un hermano suyo de nombre Wolfgang se estableció en Bolivia y reasumió el manejo de la cervecería en La Paz y también en Cusco.

Los peruanos devolvieron a los alemanes las acciones que les correspondían siendo el primero de ellos el Dr. Bustamante; la cervecería testimonió su gratitud a la posición de Arequipa y obsequió su local original al Instituto del Sur y a la Universidad recién creada, Católica San Pablo, construyendo otro local más amplio que el anterior en Sachaca y colaborando con el desarrollo de actividades institucionales.

Cuando todo ello ocurrió y se evitó la expropiación de la cervecería por parte de los norteamericanos, el Dr. Bustamante quiso precisar qué significado tenía su segundo nombre y su justo y honroso gesto frente al abuso norteamericano, entonces dijo: “Mi nombre es Manuel y la ‘J,’ usted ya puede estimar cómo soy para saber que es la misma con la que se escribe ‘joder’”.

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