La OMC y el arte de lo posible
Por: Pedro Bravo – Representante Permanente Alterno del Perú ante la OMC
Entre el 12 y el 17 de junio los ojos del mundo estuvieron puestos en Ginebra. Las expectativas antes de la XII Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no eran para nada auspiciosas.
La primacía del “regionalismo abierto” (TLC), sucesivas negociaciones fracasadas, la parálisis del Órgano de Apelación por el bloqueo estadounidense a la elección de sus nuevos integrantes (un elemento clave de su mecanismo de solución de controversias comerciales), además de la evidente carencia de liderazgo demostrada por las principales locomotoras políticas y económicas, habían dejado a la OMC “maltrecha y alborotada”, y con el serio riesgo de perder relevancia.
Todo ello, en medio de un contexto internacional que se había tornado complejo e impredecible. Los efectos perversos del cambio climático comenzaban a hacerse palpables. Y cuando el mundo no acababa de salir de la pandemia del covid-19 surgió la guerra en Ucrania, poniéndonos al borde de una combinación de crisis alimentaria, energética y financiera, enmarcada en una lucha geopolítica entre Occidente y Rusia, y el surgimiento de China como nueva potencia.
Las negociaciones se convirtieron en una verdadera “montaña rusa”. Se avanzaba un día y se retrocedía a la mañana siguiente. Había demasiados temas abiertos para decisión de los ministros y con particulares complejidades técnicas. Hubo posiciones “populistas”, propuestas de última hora (que podrían implicar desconocer compromisos ya adquiridos) y desconfianza mutua.
De pronto, tras 5 agotadoras jornadas, al amanecer del 17 de junio, vencido el tiempo adicional acordado por los ministros, ocurrió lo que pocos auguraban. Un consenso sobre los temas claves podía ser viable, pero en la medida en que se bajara el nivel de ambición de manera horizontal. Esta posibilidad –que ya se había bosquejado a poco de iniciada la Conferencia– comenzó a tomar cuerpo entre los principales actores (EE. UU., UE, China e India), varios grupos de países en desarrollo y la secretaria, ante el peligro de una inevitable debacle.
Bajar el nivel de ambición implicó dejar de lado todos los aspectos más conflictivos, incluyendo la tan esperada reforma del comercio agrícola. La prioridad fue terminar de construir consensos en una dramática carrera contra el tiempo. Esta solución fue a veces radical. Aquellos aspectos donde no había acuerdo, a pesar de tener una relevancia temática central, fueron retirados de plano de los textos, dejándose para una negociación posterior, pero con plazos ciertos.
La política es “el arte de lo posible”. Y quizá nunca haya habido una Conferencia más política que esta. No alcanzar un acuerdo en subsidios a la pesca, vacunas contra el covid-19, reforma de la OMC, la puesta en marcha del Órgano de Apelación y la moratoria sobre comercio electrónico, era el equivalente a una herida mortal al corazón del multilateralismo comercial.
El haber podido llegar a consensos sobre estos temas en medio de una guerra y una crisis económica mundial debe ser valorado positivamente. Los miembros pusieron por delante el bien mayor. Los resultados no fueron perfectos. Pero era algo con lo cual “todos podían vivir”.
Además, se evitó retroceder respecto de compromisos ya asumidos, lo cual ya constituye un gran logro. El “paquete de Ginebra” representó un bálsamo para la OMC y para el multilateralismo. Y esto es crítico para países emergentes como el Perú, que no pueden quedar a la merced del unilateralismo o de los mayores niveles de poderío político, económico o comercial.
La aprobación del Acuerdo sobre Subsidios a la Pesca fue un hito trascendental luego de más de 20 años de intensos debates. El Perú fue pionero ayudando a constituir el Grupo “Amigos de los Peces”, que permitió, en 2001, lanzar estas negociaciones.
Por primera vez se establecen reglas en la OMC con un objetivo de defensa del medioambiente y el desarrollo sostenible. Este es un hecho histórico sin precedentes que contribuirá a desincentivar la pesca Ilegal, no declarada y no reglamentada, así como la pesca de especies sobreexplotadas, en concordancia con la agenda 2030. Es un primer paso. Pero el proceso ya se ha iniciado. Corresponde ahora concentrarse en completar los procedimientos internos para ratificarlo lo antes posible. Sin perjuicio de ello, será preciso terminar de negociar las disciplinas dejadas para una etapa posterior. No hay que dormirnos en nuestros laureles. El Perú debe fortalecer su equipo negociador y técnico en Ginebra y Lima.