La monja Gutiérrez murió quemada en un monasterio
Por Carlos Meneses Cornejo
ESPECIALES DE AREQUIPA
Atentado se produjo el 6 de marzo de 1831.
Dominga Gutiérrez de Cossío sólo tenía 14 años, es decir era una niña, cuando llegó acompañada por sus padres, especialmente por su madre María Magdalena Cossío de Gutiérrez, hasta la iglesia del Seminario Carmelita de San José para ser entregada a los hábitos y se convirtiera en monja de clausura de las Carmelitas en el templo de Santa Teresa que se fundó en 1710.
Los progenitores de la monja aportaron una dote de 3 mil pesos como un obsequio por la aceptación de la comunidad de quien 5 años después y desesperada por la incomprensión, sobre todo de su madre, provocó un gran escándalo para escaparse del encierro.
Dos doncellas, María Antonia Pastor y María Arias se encargaron de extraer del depósito de muertos del hospital de San Juan de Dios, el único que existía en Arequipa, el cuerpo de María Hurtado, una mujer que murió el 6 de marzo de 1831.
Las dos señoritas dijeron que querían sepultar a María Hurtado con sus recursos económicos y ante la verdad se llevaron el cuerpo a un local alquilado frente a la salida de aguas de riego que mojaban las tierras del monasterio.
A las 11 de la noche de ese día, por el canal de riego metieron el cuerpo sin vida al monasterio, lo llevaron hasta la celda de la monja Gutiérrez e hicieron fuego, todo dentro de esa habitación ardió, aprovechando el alboroto que se armó salieron por el mismo camino por el que entraron.
La portera doña Isabel Bustamante se levantó de madrugada, encontró la portería abierta y la celda de Sor Beatriz del Corazón de Jesús, nombre que tomó Dominga Gutiérrez de Cossío desde que ingresó al convento, totalmente quemada y al interior un cuerpo chamuscado revestido con un traje de dormir.
El incendio había destruido su rostro. La priora que era la madre María de la Asunción dio aviso del hecho al señor obispo de la diócesis pidiendo permiso para celebrar los funerales y enterrar el cadáver de la monja Gutiérrez en el cementerio del monasterio.
Con la asistencia de algunos familiares se procedió a sepultar a quien se creían era Dominga Gutiérrez de Cossío, es decir Sor Beatriz del Corazón de Jesús, mientras ella y sus 2 empleadas que la asistieron en el escape, se refugiaron en la casa de familiares que no dudaron en entregarla a las autoridades y repudiar su acto.
Inmediatamente quienes habían albergado a Dominga Gutiérrez de Cossío avisaron al obispo Goyeneche de lo ocurrido y declinaron toda responsabilidad sobre ella.
El obispo abrió inmediatamente un proceso eclesiástico acusando a la monja de haber cometido un agravio a la fe, pues la monja Gutiérrez de hacer noviciado de velo blanco durante 5 años, había ganado el derecho de cambiar a velo negro y a permanecer enclaustrada hasta el fin de sus días.
Se dijo también que un médico de nombre Jaime María Colt, cirujano mayor del Ejército nacional del Perú, había visto como especialista a la monja Gutiérrez, en esa oportunidad se enamoraron y en algún momento convinieron en hacer lo que hicieron. Jaime María Colt se fue a Lima donde residía y pidió que le dieran los derechos que como jubilado le correspondían.
El obispo de Arequipa, José Sebastián de Goyeneche y Barreda se sintió ofendido e indignado y ordenó a la monja Gutiérrez volver al convento, pero entonces quien era alcalde de Arequipa asumió la defensa de la religiosa y con el apoyo de un síndico que también era letrado aperturaron un proceso civil en defensa de los derechos de Dominga Gutiérrez de Cossío. Los litigantes eran Andrés Martínez y José Mariano Llosa. En la Corte Superior de Justicia de esta ciudad empezó la causa, los abogados defendían el derecho de la monja Gutiérrez de decidir su destino final y su exclaustración.
En tanto, el litigio eclesiástico se pasó a consideración del Arzobispado de Río de Janeiro y posteriormente al Vaticano, mientras el proceso civil llegó a la Corte Suprema de la República que, finalmente, ordenó que la monja fuera exclaustrada y recuperase sus derechos civiles a plenitud.
Hubo un tercer juicio que se limitó al interior del monasterio y que terminó muy rápido, pues duró un día. Para las religiosas simplemente la monja Gutiérrez murió quemada y como tal enterrada en el cementerio de la orden religiosa y con eso se cerró el asunto.
La monja Gutiérrez fue autorizada a alejarse de Arequipa y vivió un tiempo con un hermano en Chuquibamba y, finalmente, se le permitió residir en Lima, lugar en el que luego de 9 años de proceso se le reconocieron derechos, incluso los de propiedad que ella ejerció en los bienes heredados de su madre, pues el padre ya había fallecido.
Parece ser que el caso de la monja Gutiérrez provocó el interés de la ciudadanía arequipeña por aquellos tiempos de unos 40 a 50 mil habitantes.
Cuando Dominga Gutiérrez de Cossío dejó de usar los hábitos y testó, se declaró como virgen, pero una de sus herederas se sospechaba era su hija tenida con el médico Jaime María Colt, aunque él lo negó.
Es bueno precisar que la acequia regadora del monasterio de San José, que tenía como iglesia a Santa Teresa, era tan grande como que llegaba a gran parte de Miraflores y cuando salía de los límites del monasterio cruzaba la calle Peral, regaba las huertas vecinas y eran parte conformante del canal los actuales hospitales del Seguro, Obrero y del Empleado, la prolongación de la calle Ayacucho e incluso la planta de tratamiento de agua de Yumina en El Filtro.
Se dice que después de producidos los hechos que dividieron en preferencias entre los derechos de la monja y la decisión de los jueces, la celda de la monja presuntamente muerta no se volvió a abrir, aunque sí se reconstruyó.
Para las Carmelitas Descalzas lo que pasó fue que un incendio mató a la monja Gutiérrez, quien debe estar enterrada en el cementerio de las religiosas.
Sobre este caso han escrito Flora Tristán, Mario Vargas Llosa, Manuel J. Bustamante de la Fuente.