¿Cómo contribuye la fiesta de la Candelaria a la identidad de puneños?

Desde mediados de enero hasta la primera quincena de febrero, la ciudad de Puno se convierte en el epicentro de la festividad de la Virgen de la Candelaria, la celebración más fastuosa y concurrida del calendario jubilar de la región altiplánica y una de las más importantes del Perú. ¿Cómo contribuye la fiesta de la Virgen de la Candelaria a la identidad de los puneños?

Esta celebración, que conlleva casi un año de preparación, aglutina a una multitudinaria participación de danzantes, músicos y espectadores unidos bajo la devoción a su madre protectora, la virgen María, conocida en Puno como la Mamacha Candelaria.

Durante los casi 30 días de festividad Puno se transforma en un escenario donde prima la devoción religiosa católica, la riqueza cultural y una entrañable tradición ancestral y mestiza que exhibe al mundo entero la grandeza de su identidad y la enorme hospitalidad de su población.

Dado que se trata de un crisol en el que confluyen la fe religiosa hacia la madre de Jesucristo y la expresión viva de tradiciones y costumbres expresadas en danzas y música que han convertido a Puno en la “Capital del folclor peruano”, la fiesta de la Virgen de la Candelaria mereció el reconocimiento por parte del Estado peruano como Patrimonio Cultural de la Nación, y por parte de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.  

ORIGEN DE LA FESTIVIDAD

El origen de la festividad en honor de la “Mamacha Candelaria”, como se le conoce en Puno, se remonta al siglo XVI con la conquista española del imperio de los incas, que estuvo acompañada de la presencia evangelizadora y pastoral de la Iglesia católica que predicó la devoción a Jesucristo y la veneración a su madre, la virgen María. 

La imagen fue traída al Perú el 2 de febrero de 1583 desde Cádiz o de Sevilla, desde donde partían los galeones del imperio español que transportaban a las autoridades políticas y religiosas enviadas a sus colonias.

Sin embargo, el culto a la Virgen de la Candelaria se remonta al año 1392 en Tenerife, la isla española más grande del archipiélago de las Canarias, en el océano Atlántico, que era parada obligatoria en los viajes desde la península del imperio español hacia América. Por tal motivo su imagen fue inculcada en los territorios coloniales.

En el caso de la veneración en Puno evidencia un culto que, para muchos investigadores, está relacionado a las prácticas celebratorias de un calendario ritual agrícola prehispánico, cuya expresión estaba fuertemente impregnada de danza y música.

La advocación a la Virgen de la Candelaria, así como a los santos patrones, cruces e iglesias, fue una de las principales herramientas utilizadas por los evangelizadores españoles para promover la cristianización en los Andes y que se centró, en este caso, en el altiplano peruano.

Por su parte, las danzas peruanas tienen un origen prehispánico, pero durante la época colonial, en el proceso de evangelización, durante los siglos XVI y XVII, se hizo uso de las manifestaciones religiosas de la población local, como los takis o danzas, para que, mediante ellas, se venere a las imágenes sagradas cristianas.

En la actualidad, tras el sincretismo generado, las danzas que hacen apología a las divinidades cristianas y andinas se convirtieron en parte del acervo cultural de Puno.

La Virgen de la Candelaria lleva este nombre debido a la vela encendida que porta en su mano derecha. Junto a dicho elemento, porta en la misma mano una canasta con dos tórtolas ofrecidas en sacrificio, que representan la purificación de la maternidad posterior a los 40 días del alumbramiento según la tradición judía.

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