No pasa nada

SIN AMBAGES

Por Úrsula Angulo

Pareciera ser el eslogan de muchos: “no pasa nada”. Esas palabras que a manera de aliento acompañan a quienes dejan su destino al universo y sus estrellas. Pero los hay también quienes ya no tienen la frase a manera de eslogan, sino más bien como algo que llevan consigo por el mundo sin riesgo al olvido —no, no como un teléfono celular o un tatuaje—, algo ya intrínseco, porque ni lo piensan ni lo sienten, pero ahí está.

Es lo que hace que muchos, no todos pero muchos, se sientan cubiertos con algo como un polvo mágico que los libra de cualquier mal. Como quien va conduciendo su auto por la carretera detrás de un camión pesado que avanza pero lentamente, y que pareciera no moverse. Ese conductor que regresa de un día de playa con su familia piensa llegar a tiempo a la ciudad para ver por televisión el partido de fútbol del equipo de sus amores; ha calculado el número de horas y minutos que demorará desde que se quita la arena del cuerpo antes de subir a su auto hasta que se sienta frente al televisor ya en su casa. Cálculo bastante acertado si no se hubiera encontrado con ese camión. Bueno, bueno, ya avanzará. Pero pasan los minutos y la paciencia empieza a convertirse en desesperación. Puedo pasar a este camión, ¿o no? Lo paso por la izquierda y ya, no hay otros autos adelante. Claro que se acerca una curva y algún vehículo podría venir por el otro carril… Entonces, aparece en este conductor-padre-hincha-desesperado ese “no pasa nada” que lo envuelve de un polvo mágico que le parece la inmortalidad misma, y no solo lo envuelve a él, sino a toda su familia e incluso a su auto, y decide adelantar a ese camión casi casi inmóvil en una curva. En una curva. En. Una. Curva.

Por supuesto, si no pasa nada, este señor —que cree que ha vivido la inmortalidad— y toda su familia llegarán a casa justo a tiempo para ver a su equipo salir al campo. Y seguirán sus días sin historia para contar porque no pasó nada, porque “no pasa nada” [léase esta frase con ese tono de seguridad de quien cree saberlo todo y cree tener, además, poderes clarividentes].

Ahora, si en esa maniobra descabellada, se encuentra con un auto que va por su carril a la velocidad que la carretera le permite, sí tendría una magnífica historia para contar, solo que no vivirá para contarla.

No eres inmortal, tampoco eres gato, no tienes siete vidas. Estoy de acuerdo, se me ocurre también que quizá, ¡quizá!, “no pasa nada”, pero si sí pasa, más o menos ¿qué piensas hacer?

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