Lapislázuli

José A. Lloréns
Proyecto musical concebido por Pedro Rodríguez.
Lapislázuli es la primera entrega de un ambicioso proyecto musical concebido por el compositor arequipeño Pedro Rodríguez Chirinos. Según su autor, se trata de lograr una colección de diez obras discográficas en torno a la música andina, denominada TonaliAndes, Lapislázuli es la primera de ellas. Esta entrega consta de diecinueve obras que combinan, dice Rodríguez, “la interpretación rigurosa de los instrumentos musicales altiplánicos” con varias composiciones que se adscriben a diversos formatos instrumentales, desde la orquestación sinfónica hasta la música de cámara que “en ciertos momentos se integran al canto hermético de las tropas altiplánicas”.
Para comentar las obras musicales en sí, abordaremos por separado las recopilaciones de música tradicional y las obras orquestales. En las primeras, se ha utilizado la tecnología de grabación multipista en estudio, un método de registro de sonido que permite grabar múltiples fuentes sonoras por separado para luego unirlas y formar un todo. Usando este recurso, Rodríguez mismo interpreta todos los instrumentos de cada tema. Un aspecto que llama particularmente la atención es que Rodríguez haya utilizado dicha técnica incluso para interpretar las canciones de sikuris, que tradicionalmente son ejecutadas por “tropas” de músicos con distintos tipos de zampoñas.
En efecto, el siku o zampoña es un instrumento de interpretación característicamente colectiva, y se ejecuta formando grupos que intercalan (“trenzan”) la melodía entre pares de tocadores, ya que sólo al combinar los dos tipos de zampoñas se obtienen todas las notas de las melodías. Más aun, esta forma colectiva de interpretación tiene profundas interpretaciones culturales y místicas andinas de complementariedad y reciprocidad para sus ejecutantes y para sus comunidades.
Al respecto, Rodríguez reconoce en una entrevista este distanciamiento de la tradición, y ofrece una explicación al respecto, dentro del contexto experimental de su proyecto musical: “La música andina ya no la hago [en Lapislázuli] con un grupo sino solo, porque entendí que por ahí era a lo que quería llegar finalmente. Es poder grabar estos sonidos, aislarlos, para poder reconstruirlos en un estudio y tener otro tipo de alcances. Por eso opté por hacerlo ya completamente solo y estoy bastante contento con el resultado”.
Este viraje radical en la práctica de la música tradicional implica que los temas de sikuris en Lapislázuli expresan el sentimiento y sensibilidad individuales de un solo intérprete que a la vez es el ejecutante único de los instrumentos, reflejando su personalidad artística y vinculando su obra a temas preferidos y a la coherencia de un estilo innovador y singular. Es una apuesta audaz y transformadora de recreación de la música tradicional andina, la primera de la que tenemos conocimiento.
En cuanto a los temas orquestales, se aprecia un estilo también particular, el cual toma distancia de la “folclorización” en que solían caer muchos compositores eruditos. Rodríguez logra transmitir la peculiaridad de la música puneña, denotando un dominio claro de las posibilidades que ofrece la orquestación “clásica”. Es una visión personal muy respetuosa de la tradición y los arreglos orquestales están hechos con cariño. Aquí radica uno de los valores de la propuesta: se muestra la solidez musical de un autor que quiere expresar cómo él, como ejecutante, la siente y la interpreta desde su propia experiencia y en una relación con la musical occidental y la música tradicional peruana, con influencias contemporáneas. No es una simple recopilación de música tradicional puneña. Es más bien un emprendimiento muy íntimo y sensorial, un involucramiento artístico que usa recursos tecnológicos para personalizar su inmersión en la música tradicional y en la orquestal erudita.
Esta producción se ha compuesto como una sola obra a modo de gran sinfonía o novela extensa estructurada en tres capítulos: Speculum lapis [carnaval], Encantos de Amantaní-Taquile, y Ultramar. Viene en un paquete que incluye, aparte de la grabación en un CD con diecinueve obras, un folleto de 20 páginas con diseños de Andrés Morales Mercado y fotografías de la zona, un fragmento de la piedra lapislázuli para facilitar la experiencia táctil/visual, y un rectángulo de papel que contiene fragancias confeccionadas especialmente para esta obra para proporcionar una experiencia olfativa asociada a los conceptos propuestos.
Rodríguez señala al respecto de Lapislázuli: “Inspirada en la piedra de lapislázuli de la cual se extrae el color azul ultramar, que para mí me evocaba al lago Titicaca, porque los viajeros de ultramar navegaban hacia un mundo desconocido; y para mí, ese mundo desconocido es la música andina y es a través del lago Titicaca. Entonces, es un viaje a través de lago Titicaca para llegar a unas islas de ultramar, que es donde está la música andina, [representadas] por Amantaní y Taquile, que sí existen y están en el medio del lago Titicaca”. Es muy significativo al respecto que la última pista del CD sea una canción de invocación para que la Virgen del Valle guíe al marinero errante que zarpará a ultramar.
(Agradezco a Patricia Oliart por su revisión y comentarios del texto).