EL LENGUAJE QUE GRITA SIN PRONUNCIAR UNA PALABRA
Por: Ricardo Lucano

Antes de que realices un solo sonido, tu cuerpo ya ha indicado infinidad de información. La postura con la que entras, el ritmo de tu caminar y hasta la forma en que colocas tus manos: todo esto crea una narrativa al instante. De hecho, los psicólogos sociales aseguran que la primera impresión se forma en apenas unos segundos, y lo que tu cuerpo comunica en ese breve lapso puede definir el tono del resto del encuentro.

Friedrich Nietzsche, ese filósofo que exploró la conexión entre el cuerpo y la voluntad, lo dejó claro: “Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría”. Esto nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental que juega el cuerpo en nuestra comunicación. No es solo un contenedor que sigue las órdenes de la mente, sino que tiene su propia voz. Piensa, recuerda y expresa sentimientos de manera profunda, enraizada en instintos y experiencias pasadas. Así, aunque prepares un discurso ingenioso, tu cuerpo puede traicionarte al volverse un canal de sinceridad brutal.

Ahora, si echamos un vistazo a Pierre Bourdieu y su concepto de habitus, entendemos que nuestros gestos y modales no surgen en un vacío. Se forjan a partir de nuestro entorno: escuela, familia, clase social, género y comunidad. Cada vez que te mueves o miras a alguien, estás manifestando un lugar en el mundo que has habitado y a menudo, eso habla más que cualquier palabra que puedas pronunciar. Tu cuerpo es un mapa de tu historia, y aunque intentes ocultar algo, tu lenguaje corporal puede descubrirlo.

El lenguaje no verbal no es un apéndice del verbal; es su cimiento. Es como la sombra que nos acompaña: siempre presente, muchas veces ignorada. Y así como el silencio tiene su propia gramática, el cuerpo también comunica sus propias verdades. Las señales no verbales pueden ser sutiles, pero son poderosas. Por ejemplo, en una entrevista de trabajo, puedes haber ensayado todas las respuestas y sonrisas. Sin embargo, si te encuentras sudando, encorvándote o evitando la mirada, el mensaje cambia drásticamente. La verdad es que el cuerpo siempre lleva consigo las huellas de lo vivido, incluso aquellas que han quedado enterradas en el subconsciente.

¿Es posible entrenar nuestro cuerpo para que hable el mismo idioma que nuestras palabras? La respuesta es sí. Lo que comúnmente llamamos “carisma” radica, en gran medida, en la coherencia que existe entre el cuerpo, el contexto y el mensaje que queremos transmitir. No consiste en actuar de una manera que no eres, sino en volverte consciente de ti mismo. Es un proceso de observación y comprensión de los hábitos y gestos que llevas contigo, así como de las historias detrás de ellos. Reapropiarse de esa narrativa corporal es como reescribir un texto que otros han dictado por ti.

Sin embargo, el cuerpo no solo revela la autenticidad; también puede repetir patrones que nos limitan y oprimen. Leer ese lenguaje no verbal y luego reescribirlo se convierte en un acto no solo de libertad personal, sino también de transformación política y social.

Así que antes de querer convencer con tus palabras, recuerda esto: tu cuerpo ya está hablando por ti, y muy probablemente ya ha revelado mucho. Un buen orador no solo se basa en su discurso, sino que también escucha lo que su cuerpo tiene que decir. Al final del día, el verdadero arte de comunicarse reside en la danza entre el cuerpo y la palabra, donde cada gesto cuenta una historia que fue escrita y espera ser escuchada.

Deja un comentario