La carne de alpaca, tesoro andino ignorado en las mesas peruanas

A pesar de tener menos grasa y más beneficios sigue siendo despreciada

Por: Daniela Santander Revilla

Aunque en el Perú aún no se valora como merece, la carne de alpaca tiene una historia que se remonta a más de 6000 años en la Cordillera de los Andes. Este camélido sudamericano, adaptado a vivir entre los 4000 y 5000 metros sobre el nivel del mar, se alimenta exclusivamente de pastos naturales y agua de manantial, lo que hace que su carne sea libre de pesticidas, plaguicidas y hormonas. Por ello, muchos expertos consideran que se trata de la carne más sana del mundo, muy por encima de otras como la de res o cordero. “Hay que saber valorar y apreciar su calidad”, comenta Carmen Luz Ayala, educadora, periodista y autora del Recetario de oro de los productos andinos quinua y cañihua.

Desde el punto de vista nutricional, la carne de alpaca destaca por su bajo contenido graso, su alto valor proteico y la presencia de ácidos grasos esenciales como el Omega 3 y Omega 6, similares a los del pescado. Es especialmente recomendada para personas con hipertensión, anemia y sobrepeso, y puede introducirse en la dieta desde los dos años de edad. Frente al alto consumo de pollo industrial cargado de hormonas, esta carne andina representa una alternativa más saludable y natural.

En contraste con su creciente demanda en mercados de Norteamérica y Europa, donde es valorada por chefs y nutricionistas, en el Perú el consumo de carne de alpaca sigue siendo reducido. Para Ayala, esto se debe principalmente a la desinformación y los prejuicios. “Se ha difundido el consumo del pollo lleno de hormonas, mientras que la alpaca se mira con desprecio, como si fuera comida de indios”, lamenta. Esta percepción errónea ha llevado a que muchas familias peruanas no incluyan esta carne en su dieta diaria, perdiendo así una fuente valiosa de nutrientes.

Fomentar el consumo de carne de alpaca no solo significaría mejorar la nutrición de la población peruana, sino también revalorar la cultura andina y apoyar a los productores de altura. Iniciativas públicas y privadas vienen trabajando para difundir sus beneficios, pero aún queda mucho por hacer. Reeducar el paladar y romper con los estigmas es el primer paso para recuperar este legado milenario que, lejos de pertenecer al pasado, tiene todo para convertirse en protagonista del presente.

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