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Inversión pública no despega pese al aumento récord del presupuesto
El reto está en transformar el gasto público en bienestar real. En la última década, el presupuesto público prácticamente se duplicó, pasando de S/ 135 mil millones en 2015 a más de S/ 263 mil millones en 2025.
GASTO EN PLANILLAS LO MÁS CRECIÓ
El Estado peruano no tiene un problema de falta de dinero. Tiene un problema de dirección. En la última década, el presupuesto público casi se ha duplicado, pasando de S/ 135 mil millones en 2015 a más de S/ 263 mil millones en 2025. Sin embargo, los servicios públicos siguen siendo deficientes. Se gasta más, pero se logra menos.
Mónica Muñoz-Nájar, subdirectora de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), grafica la situación de esta manera: “no se trata de cuánta gasolina tiene el auto, sino de que el motor no arranca”.
Este diagnóstico no es nuevo, pero se ha vuelto más urgente. Mientras los sectores de educación y salud han tenido incrementos presupuestales del 120% y 125% respectivamente, los resultados son decepcionantes.
En el caso de educación, solo el 12.6% de estudiantes de cuarto grado alcanza niveles satisfactorios en matemáticas, según la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje (ENLA) 2024.
En salud, más del 97% de los centros médicos no tienen la capacidad instalada para atender adecuadamente. Y en cuanto a pobreza, el retroceso es claro: tras años de avance, volvió a aumentar y ahora se mantiene en niveles alarmantes.
El problema de fondo es la gestión. El aumento del gasto se ha concentrado en dos rubros: planillas e inversión pública. El gasto en personal ha crecido 155% en diez años.
En el sector educación, por ejemplo, gran parte del aumento presupuestal fue a sueldos: S/ 19 mil millones adicionales. Pero estos incrementos no se han traducido en mejoras sustantivas en la calidad de los servicios. Es un gasto que no genera valor.
Además, la ejecución de obras continúa enfrentando los mismos obstáculos de siempre: procesos lentos, obras paralizadas, proyectos mal diseñados y una débil capacidad técnica, sobre todo en los gobiernos regionales y locales. Y cuando hay recursos como el canon y regalías mineras, muchas veces no se gastan o se gastan mal.
La situación se agrava con el creciente déficit fiscal. Desde hace más de una década, el Estado gasta más de lo que recauda. Esto pone presión sobre las finanzas públicas y amenaza con futuros recortes.
El riesgo es claro: si no hay planificación ni criterios técnicos sólidos, los recortes pueden afectar justamente a los sectores que más necesitan inversión. Y en vez de corregir errores, se agrandan las brechas.
Muñoz Nájar destaca que la solución no pasa solo por gastar menos o más. Pasa por gastar mejor. Y eso implica una transformación institucional profunda, no solo contable. Significa profesionalizar el servicio civil, estabilizar los equipos técnicos, fortalecer las capacidades regionales y simplificar procesos de inversión.
Mónica Muñoz-Nájar, subdirectora de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES).
“No es solo cuánto se gasta, sino cómo se construye un Estado que convierta el gasto en bienestar”, advierte Muñoz-Nájar.
SOLUCIONES
Se necesitan reformas más específicas. Por ejemplo, mejorar la metodología para los planes de desarrollo locales, estableciendo criterios claros para cerrar brechas sociales.
Se debe reforzar la asistencia técnica a distritos con alta renta por canon y baja ejecución, como ocurre en Arequipa. En estos lugares, sobran los recursos, pero faltan capacidades para utilizarlos.
Otra medida clave es permitir que una parte del canon financie el gasto permanente de las obras, como su operación y mantenimiento. De nada sirve construir un colegio si no se garantiza su funcionamiento.
También se puede fortalecer la gestión de proyectos mediante oficinas técnicas (PMO) que acompañen las grandes inversiones. Incluso, las empresas mineras podrían financiar estos equipos en zonas de influencia, como parte de un nuevo pacto de colaboración público-privada.
En ese mismo camino, herramientas como las Obras por Impuestos (OxI) o las asociaciones público-privadas deben ser fortalecidas, eliminando trabas que hoy las hacen poco atractivas o excesivamente litigiosas. Se necesita una relación más ágil y confiable entre el Estado y el sector privado.
Pero, sobre todo, se necesita un cambio de conversación. El debate público está saturado de cifras, pero huérfano de análisis sobre cómo se ejecutan y evalúan las políticas.
“La ciudadanía no solo quiere saber cuánto se gasta, sino qué cambia en su vida cotidiana gracias a ese gasto. Y la respuesta, hasta ahora, ha sido frustrante”, destaca la especialista.
Gastamos mucho, sí. Pero lo hacemos mal. Y si no corregimos el rumbo, gastaremos peor. El Estado peruano tiene que dejar de ser ese auto con el tanque lleno y el motor apagado. Tiene que encenderse, moverse y llegar a donde la gente más lo necesita. La transformación institucional no puede seguir postergándose. Porque cada año perdido en eficiencia es un año más en que millones de peruanos siguen esperando lo básico: educación que enseñe, salud que atienda, obras que funcionen. Y un Estado que, al fin, sirva.