Cada vez más personas aceptan que la verdadera felicidad no está en lo externo

Por: Daniela Santander R.

Arequipa, una ciudad conocida por sus campanas que marcan el ritmo de la vida católica, por sus múltiples iglesias coloniales y grandes procesiones, también da espacio a nuevas formas de espiritualidad. En medio del bullicio urbano y la creciente búsqueda de bienestar emocional, hay un grupo de personas que ha encontrado en el budismo tibetano no solo una filosofía, sino una forma de habitar el mundo con más conciencia.

BUDISMO TIBETANO UNA PRÁCTICA MILENARIA

En Arequipa, el interés por el budismo tibetano ha crecido silenciosamente, motivado por una búsqueda más profunda de bienestar interior. Paula Casanova, practicante y representante de esta filosofía en nuestra ciudad, explica: “Cada vez más personas reconocen que la felicidad no está en lo externo. La gente se da cuenta de que comprar cosas o conseguir logros no siempre llena; es una satisfacción momentánea que está en constante cambio. Por eso nos enfocamos en una ‘felicidad’ innata que no depende de nada externo”.

Actualmente existen aproximadamente más de un centenar de personas que practican activamente el budismo tibetano en Arequipa, participando en retiros, sesiones de meditación y espacios de estudio. “Buda significa ‘el que ha despertado’. No es una persona, sino un estado: una conciencia despierta. Esta es la base del budismo, reconocer lo que ya somos”, menciona Casanova.

Contrario a algunos estereotipos, el budismo tibetano no exige el celibato ni el aislamiento. “Puedes ser budista y tener familia, trabajo, incluso comer carne. Lo importante es cómo cultivas tu mente y tu intención”, aclara Casanova. Esta apertura ha permitido que muchas personas se acerquen sin miedo a ser juzgadas, explorando un camino espiritual más introspectivo y menos dogmático.

La filosofía budista también ofrece una visión alternativa del sufrimiento. El Abhidharma, uno de sus textos fundamentales, explica cómo surgen los estados mentales negativos y cómo estos pueden ser transformados. “Todo es causa y efecto. Lo que pensamos, decimos o hacemos tiene una repercusión, ya sea buena o mala”, detalla. Esta comprensión del karma, muchas veces malinterpretado como castigo, es en realidad una invitación a asumir responsabilidad personal con conciencia.

La meditación es una práctica central en el budismo tibetano. Más que una técnica de relajación, es un entrenamiento profundo de la mente. “Mucha gente piensa que meditar es poner la mente en blanco, sin pensamientos. Pero no es así. Meditar significa estar conscientes en cualquier situación. No significa que no tendremos problemas, pero sí que tendremos herramientas para vivirlos con más sabiduría”.

Estudios de la American Psychological Association han demostrado que la meditación mejora la memoria de trabajo, la atención sostenida, fortalece la empatía y reduce el estrés. En Arequipa, esta práctica no ha estado aislada del ámbito académico. Paula recuerda un encuentro realizado con la Universidad Católica de Santa María, donde más de 150 estudiantes de Psicología participaron en una jornada de enseñanza sobre conciencia plena (mindfulness), lo que demuestra el creciente interés por integrar el budismo en espacios educativos.

Dentro del budismo tibetano, se dice que Buda ofreció sus enseñanzas en tres etapas o «giros de la rueda del Dharma». El primero nos invita a reconocer que todo lo externo es impermanente: todo está afecto al tiempo y al cambio, y el apego a lo externo genera sufrimiento. El segundo giro amplía la conciencia hacia los demás, cultivando la compasión y el deseo de aliviar el sufrimiento ajeno. El tercero profundiza en la sabiduría interna, desarrollando la confianza en que todo lo que buscamos ya está en nosotros, lo cual permite trascender la visión dualista del mundo.

VIDA, MUERTE Y REENCARNACIÓN

En el budismo, la muerte no es un final, sino una transición. Se cree en la reencarnación y en el karma como una ley natural de causa y efecto. “Todo acto deja una huella que influye en nuestras vidas presentes y futuras”, explica Casanova. Esta visión busca generar conciencia sobre nuestras decisiones, no desde el miedo, sino desde la posibilidad de transformación.

Finalmente, Casanova resalta que estas prácticas pueden ser accesibles para cualquier persona. “Estamos gestionando espacios en colegios, universidades y empresas para ofrecer herramientas simples que ayuden a manejar el estrés y cultivar el autoconocimiento. Especialmente con los jóvenes, vemos una necesidad muy grande de reconectarse consigo mismos”.

La existencia de un grupo budista activo en la ciudad muestra cómo Arequipa, sin dejar de ser profundamente tradicional, también se abre a nuevas formas de espiritualidad, introspección y crecimiento interior.

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