La verdadera ley del talión: Hasta en la cárcel los violadores son lo más bajo del ser humano
Por Danna Felipe B.
Es verdad que lo que das, recibirás, ya sea en esta vida o después de la muerte. Para quienes tienen la cobardía de violar a un ser indefenso y terminan condenados, la verdadera justicia los espera en la cárcel. Son leyes propias de los prisioneros que, a diferencia de la vida en sociedad, la corrupción no puede impedir que sigan su curso. Aquí la ley del talión sí existe y huir es cuestión de suerte.
Un hombre, a quien llamaremos Luis, tenía malas juntas, como normalmente se justifica en este tipo de casos. Esas personas lo convencieron de ingresar a la vida fácil. Cayó en el primer atraco. Un robo grupal le costó 8 años y 9 meses tras las rejas. Con 33 años se reinsertó en la sociedad y prometió a sus seres queridos, como también suele hacerse, cambiar el rumbo de su vida. Comenzó a trabajar y, por un tiempo, cumplió.
Con 36 años, la promesa se rompió. Luis tiene una sobrina. Antes de su ingreso al penal de Socabaya era una niña de 5 años. A su regreso ya era toda una señorita.
Un día terminaron solos en el mismo domicilio. Luis aprovechó la situación y la ultrajó por primera vez. Luego la amenazó para que guardara silencio, como hacen normalmente los violadores. Presa del miedo, la menor obedeció. El abuso sexual se repitió. Nadie sabía el infierno que vivía esta sobrina en manos de su tío. Como siempre sucede, la víctima cambió drásticamente hasta que un día se soltó a llorar. Por fin, su madre consiguió que le contara.
Luis fue nuevamente detenido, esta vez por violación sexual. No pasaría cerca de una década en prisión como la vez anterior. Fue condenado a 25 años de cárcel. El proceso de su ingreso fue casi el mismo. Se tenía que determinar si estaría en mínima, mediana o máxima seguridad. Algo así como una pequeña reunión. Había un psicólogo, entre otros profesionales. Se le hicieron preguntas. Se evaluó si tenía tatuajes, si era reincidente. En este caso, sí. Eso contribuyó a que no estuviera donde se instalan la mayoría de los violadores, en los pabellones A y B. Luis fue conducido al pabellón C.
Era un hecho que sabía lo que podía pasar y quienes lo conocían también. No transcurrieron muchos días para que fuera atacado. Recibió lo que dio. La ley del talión se cumplió. La vida dentro de las cárceles no es tan diferente de la que hay fuera.
Los reos también están divididos en grupos. Dos o más personas que comparten características, objetivos, etc. Hay niveles. Los violadores, dentro de la escala criminal, están en el subsuelo.
Dentro del mundo del hampa se cree que no valen nada. Para la sociedad criminal, violar es un acto de cobardía. Se piensa que, para cometer, por ejemplo, una gran defraudación, tienes que ser inteligente y hábil. Pero ¿para lo otro? Para someter a alguien físicamente menos fuerte que tú. A un ser indefenso.
Así entra en juego la conocida justicia popular dentro de los penales. No es tan simple como que los reos odien a quienes violan a personas indefensas. También está el hecho de que es lo más bajo. El mayor acto de cobardía. Si se piensa así, entonces surge la idea de que se puede hacer con ellos lo que se plazca. Luis recibió entre varios golpes lo que él mismo dio.
