Mi Buenos Aires querido
Por: Pedro Corzo – El Montonero

Uno de los países de América que más disfruto visitar es Argentina, cierto que solo he estado en Buenos Aires y sus alrededores. Pero lo paso muy bien, entre otras cosas, porque tengo varios amigos que son de una gentileza extrema y nos colman de atenciones. La ciudad capital me fascina. Tiene el encanto de una ciudad europea; y aunque no reciba la atención que merece, es una dama fascinante que te hace evocar grandezas pasadas.

En nuestro último viaje el periodista Pedro Oilaborda y su esposa Estela nos invitaron al teatro Colón. Es un lugar precioso, espectacular, una fiesta para la vista. Al día siguiente, un matrimonio cubano argentino, Gaby y Celso Sarduy, nos dieron un recorrido por la ciudad que disfrutamos mucho. Y el colega Leandro Gasco nos llevó a almorzar a uno de los restaurantes de puerto Madero, una tortura a la memoria del paladar porque lo que allí se come no se olvida. Tomar un simple café es inolvidable, y un capuchino ni que decir. Además, ir a la zona de puerto Madero es como para echar anclas y no querer irse. Es un lugar encantador en todos los aspectos, que se convierte en referente positivo de quienes gustan disfrutar una excelente comida.

En fin, me gusta mucho argentina y los ciudadanos de ese país que he conocido. Los aprecio solidarios y agradables. Recuerdo que en una de mis visitas me caí en un boulevard y decenas de personas se acercaron corriendo para ayudarme, eso no sucede en todas partes.

Por último, publico en un portal argentino que dirige una dama que, aunque no conozco, es sumamente gentil y generosa. Y comparto con relativa frecuencia con el colega José Benegas, un hombre sumamente talentoso y de amplia cultura del cual se aprende mucho.

Sin embargo, a pesar de todas esas experiencias positivas, confieso sin pudor alguno que no entiendo al electorado argentino y menos todavía a sus políticos. Las personas dan la impresión de ser reflexivas e inteligentes, pero eligen para dirigir los destinos del país a jerarcas que no actúan en base a las necesidades de sus gobernados.

En mi opinión, uno de los políticos del hemisferio que representa a plenitud los males de la gestión pública es la vicepresidenta Cristina Fernández. Las acusaciones en su contra son numerosas: según informaciones, la expresidente fue procesada en diez casos que incluyen asociación ilícita y administración fraudulenta agravada, antecedentes con los cuales no debió obtener ni un voto. Pero así son muchos electores. Mis conciudadanos gritaban “Elecciones ¿para qué?”, una consigna que debe lacerar a todo ciudadano con decoro.

Recientemente el propio presidente Alberto Fernández debió declarar en un juicio contra la vicepresidenta, negando que durante su mandato presidencial la señora Fernández Kirchner cometiera algún tipo de irregularidades. Una declaración que no sorprendió a nadie, porque para muchos críticos esa es una alianza, máxime cuando la popularidad del Gobierno está enfrentando serias dificultades, como reflejan las encuestas de principio de año.

Además, no se deben pasar por alto los recientes viajes del presidente Alberto Fernández a Rusia y China, en momentos que su país está tratando de cerrar acuerdos de refinanciación con el Fondo Monetario Internacional, entidad de la que Estados Unidos es el mayor accionista. El mandatario argentino le dio un espaldarazo a Vladimir Putin en momentos en que su régimen está aislado por sus amenazas de agresión a Ucrania. Su propuesta de que Argentina sea la puerta de entrada de Moscú a América Latina, no debe ser del agrado de Washington.

El presidente Fernández, dijo antes de partir para Moscú y Pekín: “Creemos que debemos tener con los Estados Unidos una relación madura, franca, sincera, de respeto mutuo». Pero que haya dicho en China ante el dictador de ese país Xi Jinping que comparte la visión ideológica del Partido Comunista Chino y elogie la obra de Mao Tse Tung, un tirano más sangriento que José Stalin y Adolfo Hitler, es de suponer que no le haya gustado a muchos compatriotas suyos. Y menos todavía a sus deudores.

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