Por la proscripción del sarcasmo en el periodismo
Por: Ricardo Montero

El diccionario de la Real Academia define la palabra sarcasmo como “burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo”. Los estudios etimológicos señalan que el vocablo proviene del latín sarcasmus, y este, a su vez, viene del término griego sarkázein, que se debe entender como la acción de triturar, machacar, cortar o morder carne.

La raíz griega sarkós está presente en palabras que justamente denotan el exterminio de la carne. Por ejemplo, sarcófago, cuya traducción se puede entender como “devorador de carne” o lugar donde se descompone la carne, o sarcoma que es un tumor que al desarrollarse va destruyendo las células.

En consecuencia, el uso de la palabra sarcasmo remite a la figura metafórica de demoler hasta el extremo de inutilizar socialmente a un individuo o una comunidad entera. Para lograrlo, el hiriente utiliza la burla o la ironía dañina, corrosiva y áspera. Su mordacidad y crueldad es tan exagerada que la víctima siente como si le hubieran arrancado un pedazo de carne.

Cabe preguntarnos, entonces, si es ético usar el sarcasmo en el ejercicio del periodismo. El Consultorio Ético de la Fundación Gabo sentencia que “las características del sarcasmo indican que se trata de un arma vedada para el periodista que informa a través de la noticia”. Añade que “el sarcasmo es burla y el buen periodismo se distingue por su respeto a las personas, a toda persona” y puntualiza que al ser una “burla sangrienta y cruel […] no corresponde en modo alguno a la relación que el periodista establece con sus lectores, que es la de un respetuoso servicio”.

Es importante recalcar que este rechazo no incluye a la ironía fina e inteligente que “se convierte en un apreciable juego de ingenio cuando hace entender lo contrario de lo que se dice o expresa”, según explica la Fundación Gabo. Como tal, la ironía es un recurso válido de los columnistas y polemistas. En cambio, el sarcasmo, por hiriente y destructor, es un arma innoble que le está vedada al periodista, quien siempre debe recordar el viejo adagio: “No hagas como periodista lo que no puedes hacer como caballero” o a Ryszard Kapuscinski cuando sentenciaba que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.

Queda claro, entonces, que el uso del sarcasmo debe estar vedado voluntaria o legalmente en todos los canales de comunicación, sean estos tradicionales o nuevos, como las redes sociales.

La burla sangrienta, mordaz y cruel deben ser impedidas por los códigos éticos de los medios de comunicación y de los organismos que los rigen. Y quienes utilizan los canales de comunicación, sean tradicionales o nuevos, para con sarcasmo burlarse, por ejemplo, de personas víctimas de violencia, como son millones de mujeres en nuestro país, deben ser sometidos y procesados por la justicia, además de ser impedidos de desenvolverse como comunicadores.

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