Desborde popular: la voz del país
Por: Cecilia Bákula El Montonero

En los últimos días hemos visto cómo en diversos puntos del país la voz de angustia y frustración de la población se eleva y van subiendo los decibeles. Una situación como la que se vive obliga a una conducta viril y responsable por parte de la autoridad de turno. Y quizás es la ausencia de respuesta lo que va colmando la paciencia y la inquietud que siente el país ante la inacción adecuada y la proliferación de las actos anacrónicos e incongruentes.

Esa voz, que se eleva y se eleva, no se acalla con discursos baratos y mucho menos con tibias mesas de diálogo. El Perú atraviesa una de sus más severas crisis, que está fundamentalmente motivada por la corrupción, que ha llegado a niveles inimaginables, y por la incapacidad de quien asumió la responsabilidad de conducir el país.

Al día de hoy ya no hablamos solo de la movilización repetida y constante de un amplio sector de la capital y de algunas capitales regionales que, con gran valentía, decidieron hacer sentir su rechazo a lo que vivimos. Hoy, es el país entero el que se levanta y no lo hace en contra del sistema. ¡No! Levanta su voz contra quienes conducen el país y los están destruyendo, haciendo destrozos con la economía, maltratando la institucionalidad, empoderando a los mafiosos, dando lugar a que se asiente la mentira y la corrupción; contra quienes, escudándose con gran grosería en su condición de provincianos, creen que pueden victimizarse sin asumir las consecuencias de sus actos.

¡Qué error tan grande el menospreciar el origen provinciano! Cómo se nota que desconocen la historia y el valor del aporte de las ciudades del interior a la construcción de nuestra historia. Y lo dijimos alguna vez, pueden esgrimir y blandir al aire títulos, grados o estudios que no son más que cartones inservibles, pues no garantizan instrucción ni información, y mucho menos formación en valores éticos y ciudadanos.

En este momento se han reportado de manera oficial 30 vías bloqueadas, enfrentamientos graves en Junín y crispación social en regiones como Cusco, Amazonas, Puno, Apurímac y Lima. Alza de precios, inicio del desabastecimiento, elevado costo de los combustibles, pérdida de puestos de trabajo formal, paralización de grande proyectos mineros y, por supuesto, ninguna obra que pudiera asociarse al progreso en infraestructura, atención médica, mejora en la educación y, la lista, podría llenar muchas cartillas. Si a ello agregamos la incapacidad de más de 50 ministros, que van rotando como en una ruleta descontrolada, vemos un severo desgaste en la conducción del país, a tan breve plazo. Grave es igualmente la presencia de voceros del gobierno que, lejos de apaciguar o dar respuesta, buscan exacerbar a la sociedad; con ello vamos camino seguro al despeñadero.

Son muchos los elementos que van rebalsando el vaso; muchos los desaciertos y muchísima y creciente la desesperanza. Quizá no sea este el momento de hacer un recuento de todo lo acontecido desde julio del 2021, pero es necesario recordar que tuvimos un proceso electoral en exceso manchado por denuncias e irregularidades y por la asunción a la casa de Pizarro de un equipo sin equipo, de un grupo sin grupo y de un partido que jamás imaginó que las maniobras hechas le llevarían a tener que asumir las consecuencias de un elección nunca esclarecida.

Y así, la improvisación acompañada de angurria de poder y de dinero, de podredumbre moral, de irrespeto total a la historia y a la ciudadanía, así como a los votantes que quisieron soñar con un futuro mejor, se fueron tomando desde un inicio, las peores decisiones, convocando a los menos calificados y dando inicio a un gobierno de caos, incapacidad, retraso, inquietud, corrupción y desesperanza.

No es poca cosa, mejor dicho es algo muy grave que en estos meses hayamos tenido gabinetes que en todos los casos han incluido a ministros cuya hoja de vida ha sido denominada más bien como prontuario. Personas que estaban lejos de poder mostrar habilidades para el encargo recibido; y en muchos casos se equivocó al pensar que la ciencia y el conocimiento vendrían como que “por añadidura”.

Y no podemos dejar de señalar que esta crisis no se da solo en el Poder Ejecutivo. Lástima da decir que ningún poder del Estado da la talla. ¡Qué decir del Congreso, en donde la tibieza se ha instalado y la defensa cerrada de la “mensualidad” y los intereses personales parece tener más peso que la decencia, la rectitud y el amor al Perú! ¿Políticos? Los de antaño, que no solo eran capaces (lo mínimo, ¿no?) de poner en palabras ideas estructuradas y de transmitir propuestas con una verbalización coherente, sino que, en una gran mayoría, hacían gala de probidad y capacidad. Grave error el haber suspendido la reelección parlamentaria, máxime cuando se escondió el interés original de esa norma, de quebrar la esencia parlamentaria. El Congreso está dejando mucho que desear y ha desperdiciado situaciones claras y evidentes para actuar con valentía y defendiendo el futuro de todos aquellos a quienes dicen representar. Y cómo no sentir repudio por un Poder Judicial inmerso en un desquiciado camino hacia la imposición de la injusticia, la prebenda, el favoritismo y la ilegalidad en muchas de sus acciones.

El panorama así descrito parece absolutamente apocalíptico, y en gran medida lo es. Sin embargo, el Perú, rico y potente, sabrá salir de esta encrucijada con la fuerza de su gente y amanecerá un día de gloria y esperanza. Debemos suponer que ese futuro tiene que ser labrado con rigor, honor, esfuerzo y requerirá de todos los peruanos un sacrificio inmenso para reparar lo que nosotros mismos hemos hecho o permitido: tener y mantener un gobierno que por incapacidad y triste acomodo con los antivalores, nos está ocasionando un atraso que debemos subsanar.

En este momento me viene a la mente la obligada lectura de dos textos. El primero de ellos, de quien tomo una frase, es el magistral trabajo de José Matos Mar quien en 1984 escribió Desborde popular y crisis del Estado, en donde se hace una radiografía del germen social y político que se gestaba entonces y que vemos hoy como una realidad que nos golpea sin haber sido atendida y menos aún, con un gobierno como el actual. Otro texto que todos debiéramos revisar es Poder y sociedad en el Perú contemporáneo, de Francois Bourricaud, un sociólogo francés que realizó un análisis crudo y objetivo de nuestra realidad social y política. Estas lecturas podrían ayudar a comprender ese desborde y ver cuánto se agrava cuando se agrega incapacidad, latrocinio, corrupción, desidia y desamor al Perú.

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