El combate del Dos de Mayo
Cecilia Bákula – El Montonero

En estos tiempos en que encontramos pocas referencias que motiven una actitud positiva en los peruanos, es muy importante y necesario recordar fechas en las que tuvieron lugar hechos de trascendencia y mucho significado. Máxime cuando se puede percibir una tendencia contemporánea a minimizar la urgencia de estudiar y conocer nuestra historia para construir sobre bases ciertas nuestra identidad.

El Dos de Mayo de 1866 el Perú vivió una auténtica epopeya militar y ciudadana que fue el último enfrentamiento militar que se tuvo para cimentar y definir nuestra independencia política de la metrópoli. Una victoria que, sin duda alguna, consolidó lo logrado en Ayacucho en diciembre de 1824, cuando fue en el Perú donde se enarboló la bandera de la libertad para la América Española.

No obstante Ayacucho, la corona no había reconocido aún la existencia del Estado peruano y se suscitaron algunos hechos que fueron vistos como no poca intromisión en asuntos internos de nuestra patria, a partir de nominales expediciones “científicas” en los territorios anteriormente pertenecientes a España.

Llegó a nuestras costas una flota española que fue vista como una amenaza y de inmediato, se organizó la defensa que estuvo al mando del entonces presidente Mariano Ignacio Prado y le correspondió al coronel José Gálvez, las acciones militares. En ese momento y ante el intento de recuperar el dominio perdido, la reacción peruana involucró no solo a militares, sino a toda la población. Un momento en el que el Perú reaccionó unido ante un único y claro enemigo y el peligro latente de perder aquello que se había logrado con tanto esfuerzo.

La negativa peruana a reconocer derechos a esa “expedición científica” y a quien se presentaba como “comisario regio”, así como el rechazo a la toma de las islas Chincha, ricas en guano, motivó una reacción desmedida por parte de la escuadra española ya que a las embarcaciones que bloqueaban el puerto del Callao, se sumaron tres fragatas y un blindado, en una actitud severamente hostil hacia el Perú.

En tanto la situación iba haciéndose más tirante y la actitud de beligerancia crecía, el Perú consideró conveniente hacer un acercamiento político a la metrópoli y así, el 27 de enero de 1865, se suscribió el Tratado Vivanco-Pareja entendido como un “acuerdo preliminar”, que fue inmediatamente rechazado por la población y motivó más de un intento de insurgencia ya que, entre otros aspectos, obligaba al Perú a reconocer una importantísima deuda económica a favor de España.

Dicho Tratado no trajo paz ni implicó la retirada de la amanezca marítima a las costas del Callao; situación agravada porque la condición de la marina peruana era bastante débil y no se había recibido aún los blindados Independencia y Huáscar que se había mandado fabricar en Gran Bretaña, ni las corbetas Unión y América, encargadas a astilleros franceses.

En esas condiciones y ante un inminente enfrentamiento bélico, se recurrió a una preparación del puerto y de la ciudad absolutamente heroica: se logró ubicar 45 piezas de artillería desde el punto de llegada del Rímac al mar hasta el extremo de La Punta. La situación política se iba también crispando a nivel interno hasta que, en Arequipa y denunciando la traición que significaba el haber suscrito el Tratado Vivanco – Pareja, se produjo el levantamiento del entonces coronel Mariano Ignacio Prado que el 28 de enero de 1865, asumió el poder político con el título de “gobierno de restauración nacional”.

Ante un escenario tan complejo, la respuesta tenía que ser altamente patriota e imaginativa. El Perú declaró la guerra a España y uniendo los escasos elementos con que se contaba en ese momento, el Perú logró una significativa victoria en el Combate de Abtao en donde una fragata, una cañonera y dos corbetas nacionales, pudieron hacer retroceder a la poderosa flota española que, en despecho y como respuesta, bombardeó sin piedad a los puertos de Valparaíso y El Callao, comprendiéndose que, el siguiente paso, sería la toma de nuestro primer puerto y, por lo tanto, la ciudad capital ya que la escuadra española fondeó frente a la Isla de San Lorenzo con sus seis fragatas, cuatro buques que, en total, significaba que había más de 200 cañones apuntando hacia Lima y El Callao.

Como sabe hacer el Perú en momentos de grave emergencia, la respuesta de toda la ciudadanía fue plena, unida y contundente; es por ello que la gloria del Dos de Mayo no es solo militar, es muestra de la unidad de intereses y de la valentía y el arrojo de nuestra gente.

En la mañana del Dos de Mayo, fue el blindado Numancia el que realizó unos disparos y ante ello, el coronel José Gálvez dio inicio a la acción bélica peruana que, en una extraordinaria maniobra militar, logró impactar al Numancia y así, se puso fuera de combate a otros buques españoles por lo que esa armada debió , en una marcha desordenada, alejarse para evitar mayores daños.

Desde tierra, la artillería peruana no dejaba de disparar y se logró hacer frente a la pretensión y agresiva hostilidad española. El costo en vidas fue muy alto y, ese día, murió en su puesto de combate en la torre de la merced en coronel José Gálvez quien, de muchas maneras, encarna aún el sentimiento patrio de honor, defensa, pundonor y entrega por la patria.

A media tarde de ese día, la poderosa escuadra española tomó la retirada y se escribió así una página de orgullo en nuestra historia. La victoria fue del Perú, de los uniformados y de los civiles, de los adultos y los jóvenes dejándonos una muestra de heroicidad y de respuesta ciudadana con entrega y generosidad. Quizá podemos señalar que ese Dos de Mayo la idea de Patria, el espíritu de cuerpo se puso de manifiesto y nos enseñó ayer y nos enseña hoy y siempre, que la unión hace la fuerza y que, identificado el enemigo, destruirlo es tarea de todos, no solo de los que ostentan algún poder, sino de todos y cada uno de los que amamos al Perú y tenemos clara conciencia de lo que significa el ejemplo que nuestros héroes nos han dejado, como punto de partida para una entrega cada vez mayor.

Es por ello que podemos recordar las palabras de Jorge Basadre cuando indicó que el Dos de Mayo “se logró robustecer el espíritu nacional peruano”, tarea que tenemos pendiente el día de hoy para que comprendamos que la defensa de la patria no es solo una tarea de militares, sino que requiere la acción de todos los ciudadanos y, cuando la situación amerita, como ahora, se deberá recordar el valor de una acción conjunta y de entrega sin miramiento alguno.

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