Melgar y su inédita época dorada

LA SANA COSTUMBRE DE GANAR

Ya en Octavos de Final de la Sudamericana, el Rojinegro apunta a ganar el Torneo Apertura.

Por Orlando Mazeyra Guillén

El miércoles 18 de mayo, casi a medianoche, los hinchas de Melgar nos retirábamos de Avellaneda (Buenos Aires) en un microbús maltrecho con la sensación de que Racing Club no fue más que nuestro equipo (durante todo el segundo tiempo los locales ‘ratonearon’ para sostener el uno a cero a su favor con un hombre menos).

Quedaba, entonces, el resto de la noche, el frío que nos hacía tiritar y el consabido polvo de la derrota.

Quedaba, además, el partido del jueves 26 de junio contra Cuiabá de Brasil.

Era un sueño descomunal pensar en acariciar la clasificación porque, además de ganar a los brasileños, había que esperar la hazaña del modestísimo (y ya eliminado) River uruguayo en el Cilindro de Avellaneda.

Así llegó la fecha final del grupo B de la Copa Sudamericana con ambos partidos en simultáneo: Melgar-Cuiabá en Arequipa, Racing-River Plate de Uruguay en Buenos Aires.

Nos pusimos uno a cero al pie del Misti con gol de Archimbaud. Nos empataron en el segundo tiempo. River Plate venció la valla de Racing luego de un tiro de esquina: ¡sí, el milagro esperado! ¿Acaso sería posible?

Pero, ojo, con nuestro empate no alcanzaba. De pronto, entró el ‘Chapu’ Bordacahar a ponerse el frac e invitarnos a la fiesta de gala con sendos goles para poner el marcador 3-1 con la ayuda del capitán Bernardo Nicolás Cuesta que también saltó a la cancha para poner las cosas en orden como sólo él suele hacerlo. Se alinearon los astros. No sé qué rayos pasó. Uno tenía un ojo puesto en el partido de Melgar y el otro en los celulares que informaban sobre el resultado en Avellaneda. River nos dio la mano, defendió con uñas y dientes su único gol y el estadio de la UNSA explotó de alegría.

Mientras yo salía del estadio Monumental Arequipa lloraba de alegría. Y me acordaba de Buenos Aires, de la increíble hinchada de Racing y sólo atinaba a pensar en mi viejo cuando, en los años noventa, me llevó al estadio Melgar a conocer al equipo de mi vida, al que me hace soñar y acelera mi corazón.

Épica. Hazaña. Locura. Desenfreno. O, simplemente, fútbol. No sé si estoy despierto o tengo los ojos abiertos.

Ahora esperamos un rival para octavos de final de la Copa Sudamericana. Ningún plantel rojinegro alcanzó tal logro. Este logro excepcional nos ha puesto cara a cara con Deportivo Cali de Colombia. Equipo cafetero dificilísimo al que enfrentaremos primero de visita cerrando la llave en Arequipa.

Será otra historia. Un partido de 180 minutos. 90 en Cali y 90 en Arequipa. Es clave no perder en Colombia o hacerlo por la mínima diferencia.

Hay que detenerse un instante. Respirar y disfrutar de estos días de alegrías y emociones recurrentes. Queda un mes por delante para planificar la visita al equipo verde caleño.

Previamente tenemos cuatro finales para alzarnos con el Torneo Apertura: dos encuentros en casa y dos de visita. Primero, Universitario en la UNSA, luego Boys en el Callao, después Atlético Grau al pie del volcán y finalmente Alianza Atlético en Sullana.

Melgar es, hoy por hoy, el mejor equipo del fútbol peruano. Eso no garantiza el Apertura. Tampoco el título nacional. Ya nos ha pasado sabernos los mejores y quedarnos sin nada como en el 2016 o el horrible 2018.

Mi madre no entendía por qué quería ir a ver a Melgar en Buenos Aires y de paso conocer la mítica Bombonera de Boca Juniors (cosa que hice, por supuesto). ¿Por qué tanta locura con el fútbol?, se pregunta ella que no puede verse un partido entero a menos que se trate una final como la del 2015 que le ganamos a Sporting Cristal.

Y vuelvo a la pregunta materna: ¿Por qué el fútbol? Sacheri ensaya una aproximación parcial que deja más dudas que certezas: «Muchos de nosotros usamos el fútbol para muchas cosas importantes. Por ejemplo, para conocernos a nosotros mismos. Y eso no tiene nada que ver con los demás. Y que ningún trasnochado me venga con que el fútbol es un juego colectivo. Ya lo sé, hombre, ya lo sé. Pero no es de eso de lo que estoy hablando. Hay una parte del fútbol que se comporta igual que ciertos rincones de nuestra alma de hombres: es inaccesible para cualquiera que no sea uno mismo.

[…] el fútbol siempre nos sirve para algo. Aunque a veces desconozcamos para qué.»

Viéndolo y jugándolo nos ponemos a prueba y aquilatamos nuestro amor por este deporte y por nuestros clubes. Ansiamos una nueva victoria y una derrota nos puede generar un duelo que sólo se extinguirá cuando volvamos a triunfar. Recurrimos a cábalas y estadísticas. Hay una camiseta que nos da suerte y una tribuna predilecta. Algunos lo vivimos mejor viéndolo de pie que sentados. Ahora conviene recordar que Melgar no ha perdido en Arequipa. Lo mismo ocurrió el año del centenario. ¡Y fuimos campeones! Hace siete años el partido contra Universitario fue bisagra. Ahora ocurre lo mismo: si le ganamos al cuadro merengue estaremos a tres pasitos de alzar el Apertura y volver por todo lo alto a disputar la Copa Libertadores de América. No hay que tener miedo de hablar de una generación dorada enarbolada por el capitán Cuesta y su lugarteniente Alexis Arias. Cáceda ha crecido muchísimo. Alejandro Ramos y Paolo Reyna son los mejores laterales del torneo peruano (ocurre que, al parecer, si Gareca no es argollero, entonces es más ciego que Juan Carlos Oblitas).

Ah, es cierto: el ‘Tigre’ no ha convocado a nadie de Melgar. ¡A nadie! El mejor equipo del fútbol nacional no tiene representantes en la selección que está a pocas semanas de jugar un repechaje histórico en Doha.

Hace bien Gareca: tenemos toda la artillería para arrasar. Porque Melgar, con Néstor Lorenzo al mando del barco, está en condiciones de pasearse con sus rivales. No es exageración ni desatino. Si la prensa deportiva intentara ser imparcial lo diría (pues no hace falta ser hincha de Melgar para reconocerlo): en Arequipa juega el mejor, por lejos, del fútbol peruano. Llenemos las tribunas y agradezcamos el privilegio. Universitario será un trámite más. Es lo justo y necesario.

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