EL SEGUNDO MANDAMIENTO DE LA FELICIDAD: LA EMPATIA
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

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Una de las cualidades más importantes que “está obligado a desarrollar” cada ser humano es la EMPATIA.

La empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo.

La empatía hace que las personas se ayuden entre sí. Está estrechamente relacionada con el altruismo -el amor y preocupación por los demás- y la capacidad de ayudar.

Cuando un individuo consigue sentir el dolor o el sufrimiento de los demás poniéndose en su lugar, despierta el deseo de ayudar y actuar siguiendo los principios morales.

La persona que desarrolla la habilidad de la empatía logra saber, interiorizar y hacer suyo el mundo emocional de aquel que le rodea.

Aquel que es empático puedo sentir el dolor de aquel que está cerca y podrá prontamente darle los primeros auxilios emocionales y ayudarlo a afrontar la crisis existencial que pudiera estar experimentando.

El ser humano empático al entender el mundo afectivo de la persona que le rodea se vuelve solidario con él y ofrece con premura siempre una mano de ayuda.

¿Qué sería de la humanidad si la empatía no existiera?

De seguro habríamos desaparecido como especia hace muchos miles de años.

La empalia es el motor de la evolución, solo un ser humano empático puede colaborar y ser solidario y la colaboración y la solidaridad son dos herramientas necesarias para el avance de la sociedad.

La empatía es aquella mágica herramienta social que vuelve cortés al agresivo, tolerante al impaciente y generoso al avaro. La empatía es aquella luz que guía el camino de todo aquel que ayuda con el corazón y que alivia dolores con el pensamiento.

El altruista es el empático por excelencia y su vivencia se basa en buscar siempre el bienestar en todo aquel que le rodea.

Yo me pregunto: ¿si la empatía fuera más frecuente en nuestro mundo como sería la humanidad y nuestro futuro?

De seguro que aquel tiempo que está por venir siempre seria para mejor.

Me imagino hogares pletóricos de felicidad en donde padres maravillosos se dediquen a educar a sus hijos desde la más pequeña infancia en el arte existencial de la empatía.

Me imagino aquellos hijos de padres maravillosos yendo a sus instituciones de educación inicial y cultivando en sus actos la empatía. Me imagino a un niño de tres años ayudando a otro compañero de clase a levantarse luego de una caída o abrazando a otra niña que sin desearlo a interiorizado una palabra que la ha hecho sentir mal.

Me imagino a ese niño maravilloso siempre regalando palabras llenas de afecto positivo a sus pares y profesores, y buscando aliviar una pena con una frase solidaria y con una muestra sincera de afecto.

Y me imagino Instituciones de educación inicial llenas de maestros comprometidos con la primera enseñanza de la empatía. Me imagino a aquellos maestros del afecto enseñando a los niños que cada muestra de agresión lastima tanto a la víctima como al victimario. Me imagino talleres llenos de empatía y correspondencia afectiva, talleres en donde cada niño pueda contemplar en los ojos de sus compañeros la pena porque algún miembro de la familia este enfermo o porque quizá papá o mamá han tenido que viajar varios días lejos de casa.

Me imagino diálogos sinceros de apoyo ante el dolor experimentado, esfuerzos miles por tratar de alegrar al compañero que esta triste o melancólico y a veces solo abrazos llenos de cariño para expresar solidaridad ante el momento vivido.

Me imagino un mundo donde esos niños crezcan y se desarrollen. Me imagino un mundo en donde en vez de tener miedo por las conductas ajenas nos sintamos seguros por las conductas y reacciones emocionales de aquellos que nos rodeas.

Me imagino un mundo en donde se pueda confiar en cada persona de mi entorno. Me imagino la seguridad que puede generarse en ese mundo y me fortalezco emocionalmente más y más.

Me imagino un centro de trabajo en donde la empatía sea el primer distintivo de la labor diario. Me imagino el alto nivel de rentabilidad que tendría esa institución. Me imagino además los altos niveles de desarrollo emocional que tendrían aquellos trabajadores y la motivación agregada para hacer realidad hasta los proyectos más complicados.

Me imagino una familia, en fin, llena de empatía. Me imagino el nivel de cordialidad entre sus miembros y la fe que se tendrían para enfrentar cada desafío.

Me imagino como serían las escuelas del futuro, aquellas que trabajan primero la empatía antes que la educación lógico matemática. Me imagino un ambiente sincero, amable, cortés y, sobre todo, me imagino el alto nivel de motivación que tendrían alumnos y maestros. ¡Sí!, cada uno comprometido a dar lo mejor de sí por lograr un mayor nivel de educación.

Luego de toda esta reflexión yo les pregunto:

¿Sera importante la empatía en nuestras vidas?

¿En base a la empatía quizá logremos salir del sub desarrollo económico y educacional?

De seguro que una educación basada en empatía disminuiría las brechas sociales y los índices de violencia; de seguro que una formación basada en empatía en los colegios favorecería un mejor desarrollo académico de sus estudiantes y, con toda seguridad, centros laborales con altos niveles de empatía evidenciarían trabajadores satisfechos, felices y comprometidos… Y todo ello nos haría avanzar como país.

DATO

La empatía es la primera piedra del edificio del desarrollo social. Es la primera fortaleza en la convivencia humana. Es la luz al amanecer para creer en una nueva sociedad

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