Memorias de Orbea
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Si bien es cierto que el texto está escrito por el propio doctor De la Puente, entrañable catedrático y excelente investigador, la publicación de estas memorias es, sin duda alguna, un homenaje de sus hijos a la memoria de su padre, el gran maestro.

Ya en el mismo prólogo, empieza uno a descubrir que el autor va abriendo una rendija, cada vez más grande, para permitirnos ingresar en su universo familiar. Las palabras que él mismo utiliza, para comprender su pasado, se aplican también a quienes hoy hacen posible que tengamos en la mano esta tan cuidada edición. De la Puente señala: “Siempre en contorno de estos temas pienso en el testimonio del filósofo español Xavier Zubiri, cuando reitera la presencia del pasado en el presente. Cito sus palabras: El pasado vive en el presente, no solo como un recuerdo sino como parte de nuestra misma realidad. Nunca lo que alguna vez fue de ser íntegramente”. Desde esa perspectiva, que comparto plenamente, estas Memorias de Orbea, superan el ámbito familiar, íntimo y entrañable de los herederos pues, con gran generosidad ponen esos recuerdos al alcance de muchos.

Descubrimos no solo una pluma exquisita, sino también el relato que nos acerca a una Lima que de alguna manera pervive, pero que los de mi generación no alcanzamos a conocer tal como la descubrimos en este hermoso relato. Una Lima casi provinciana, emergente, tranquila aunque efervescente, laboriosa y conservadora; que aprendemos a querer más pues vamos descubriendo sus orígenes urbanos por lo que agradecemos a quienes hacen el esfuerzo por mantener vivo ese recuerdo y por ello, mi homenaje y recuerdo al doctor “Tintín” de la Puente y a sus hijos.

Las reminiscencias que nos aporta el doctor de la Puente son asombrosas; en las páginas de esta publicación vemos cómo hace gala de recuerdos que logran emerger tras refundirse en la voluntad de sacarlos a la luz y, por ejemplo, refiere la importancia tanto de los “papeles viejos” como la tradición oral, sobre la que se va construyendo, como él señala, la vida en la chacra, en el establo y las acciones a tomar en el ya casi olvidado “Veranillo de San Juan” y en “Hielos de San Andrés” que, recurrentemente, año tras año, se presentan como ciclos climáticos, pero que ya no conocemos con esos nombres tan familiares y de arraigo en la sabiduría popular, hacia la que demuestra un gran respeto.

La descripción de la casa, como espacio arquitectónico cuya construcción data de 1736, hecha de adobe y quincha, nos lleva a imaginarnos cómo sería allí la vida y casi con emoción y añoranza, el autor comparte con nosotros aquellos momentos de su vida familiar en la casa paterna, asociada con vivencias que se trasmiten de generación en generación.

En Orbea y en la familia que allí habitó y habita, el Perú y su historia palpitan tal como lo señala el autor, al relatarnos la presencia frecuente de distinguidos personajes, religiosos, políticos y amigos de la familia que fueron, de alguna manera, tallando la personalidad del joven de la Puente cuya formación escolar, marcada por el influjo del pensamiento francés, se enriqueció, tal como él indica “En la universidad descubrí otras interpretaciones de esa historia. Conocí la visión hispanista y al mismo tiempo los planteamientos del indigenismo. El verdadero hispanista es, a mi entender, el que enaltece lo que España aportó a América y lo que el hombre aborigen aportó a la creación de nuestra sociedad”. Hermosa manera de explicar el valor del mestizaje, realidad que marca y define nuestra esencia.

Son de gran interés los relatos de la vida universitaria pues José Agustín vivió su vida entre el deleite del campo y el bullicio urbano, entre el ambiente de la ciudad y el silencio para el estudio e hizo de Orbea el refugio de la familia, el espacio de intimidad y el lugar en donde, al amparo y la luz de la fe, se forjó una familia que hoy, a través de hijos y nietos, sigue honrando la memoria de quienes, desde el siglo XVIII habitaron esa casa hacienda y superaron con hidalguía y tesón las penas y los problemas e hicieron del amor al país y de los valores cristianos los fundamentos de sus vidas.

El libro que comento, no es solo la narración de un hombre, de un historiador; es el testimonio de un tiempo, de una época y de una familia entroncada con el Perú y su historia. Se nos entrega una muy trabajada edición con riquísimo material fotográfico que, unido al detalle y explicación de cada imagen, las convierte en fuente que corrobora todo lo que, con deleite, se lee. Junto al exquisito trabajo de diseño gráfico de Daniela Svagelj, la dedicación filial y amorosa de José, Lorenzo y Manuel de la Puente Brunke, hacen de esta publicación, un documento que enriquece nuestro conocimiento de Lima, su gente, su historia y costumbres.

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