Milton J. Rojas V.
Resiliencia es un concepto que suele ser definido de varias formas, pero la mayoría de los estudiosos están de acuerdo en entenderlo como la capacidad o habilidad para superar la adversidad, adaptándose a las circunstancias y poder desarrollar una vida productiva y con sentido. Se trata más de un proceso de adaptación que de una característica fija del individuo; un proceso en el cual las capacidades psicológicas nos permiten afrontar satisfactoriamente reveses, fracasos, pérdidas, desengaños y hasta agresiones.
Ninguna persona nace resiliente, pero en todos los seres humanos existe la neuroplasticidad que genera conexiones neuronales como respuesta a la información proveniente del entorno familiar y del contexto, el apego y vínculos afectivos, de la estimulación sensorial que se dan en los estadios de desarrollo evolutivo de la niñez y adolescencia. La resiliencia es mucho más habitual en los seres humanos de lo que pensamos y que, como mencionamos, es un proceso adaptativo normal en todos nosotros.
Para generar comportamientos resilientes y emociones positivas es importante la promoción del control de las emociones y el fomento de la seguridad personal para que la respuesta a los retos sea medida, adecuada y eficaz, y no se vea desbordada por una respuesta puramente emocional.
El proceso permite internalizar cadenas de aprendizaje, desarrollo de la memoria, la expresión de los afectos positivos y la capacidad de responder a ellos, así como la reacción adecuada frente a conductas y contextos negativos en la vida personal y en la de interrelación, analizando y discriminando situaciones y aceptando la posibilidad de cometer errores, pero, al mismo tiempo, de corregirlos, superar dificultades, y seguir adelante en el logro de metas.
La persona resiliente no está inmune a los problemas o sufrimientos. Claro que los experimenta. En la vida hay momentos, duros y amargos, que no se pueden evitar. Estos eventos son perturbadores, ya que se experimentan emociones desagradables de mucha intensidad, pudiendo llevar a desavenencias, maltrato, violencia; es decir, a un estado de descontrol que pueden causarnos aún más daño.
En psicoterapia se ha acompañado a personas que han sufrido reveses importantes en sus vidas y que, después de grandes sufrimientos y esfuerzos, han superado sus padecimientos y se estabilizan. Es una realidad que hay personas que han vivido situaciones traumáticas, desafecto, agresiones psicológicas y hasta físicas, duelo, enfermedades crónicas, adicciones, pero que se han mantenido incólumes frente a ellos.
Las personas resilientes destacan por su tenacidad y motivación, estima personal, autoeficacia (creencia que cada uno tiene acerca de su capacidad para organizar y ejecutar las acciones), seguridad, habilidad para dar y recibir afectos, disciplina, tolerancia al sufrimiento y desarrollo de sus capacidades, así como para afrontar las crisis y dificultades como una oportunidad para aprender. Sin embargo, es importante decir que los que son resilientes en un período o fase puede que no lo sean en una edad posterior.
En suma, esta estructura de protección natural que se construye desde el nacimiento es primordial para afrontar eventos adversos, estresantes o traumáticos. Fomentar, incrementar y mantener la resiliencia en todas las personas, prioritariamente en niños, niñas y personas adolescentes, es una buena forma de hacer prevención de los problemas de salud mental individual, familiar y comunitaria.