EN LA VIDA NOS AMAMOS TANTO Y EN SÍ NO NOS AMAMOS
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.
HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
“La puerta de la calle se ha cerrado. La alfombra de las gradas que llevan hacia el segundo nivel de la casa parecen las mismas de siempre, pero no lo son. Han cambiado, son unos minutos más viejas y a la vez parecen las mismas que ayer, pero en verdad no lo son, están un poco más desgastadas, quizá estén sucias porque la hora de la limpieza en casa se da de mañana y ya es la hora del crepúsculo y toda la familia ha deambulado de subida y bajada por la alfombra”.
Todo cambia en el mundo, pero el modo de pensar de mucha gente es distinto al mío, ellas creen que el mundo es igual al que dejaron ayer antes de irse al dormir, pero ese razonamiento está lleno de supuestos falsos. La tierra se ubica en un lugar distinto del espacio, el sol no ha salido por el mismo lugar que salió el día de ayer, la cantidad de agua que corre por el río que cruza la ciudad posiblemente ahora que es verano sea mayor y las personas con las cuales nos cruzamos rumbo al trabajo no serán iguales a las que contemplamos el día que nos precede.
De ayer a hoy hemos cambiado, un poco, casi nada, pero hemos cambiado. Unos lo han hecho para bien y otros persisten en sus errores; unos van analizando cada experiencia vivida y van aprendiendo, otros ignoran que el mundo cambia y, en consecuencia, van profundizando sus heridas emocionales con actos de negligencia personal. El mundo para unos llega a resultar un paraíso lleno de experiencias de amor, para otros esta existencia está carente de sentido y tristemente se hallan más lejos de su realización.
Somos distintos. Unos han vuelto felizmente a nacer y otros deambulan como zombis. Unos desarrollan nuevas estrategias de crecimiento personal y viven a plenitud, otros dicen que se aman y cometen una y otra vez atrocidades en contra de la vida.
Las paradojas de la existencia se dan regularmente en el marasmo de la incertidumbre. Los seres humanos que se hallan extraviados por los senderos de la vida no saben qué hacer con ella, elaboraban preciosos pensamientos de paz y en el momento mismo de proclamar versos de calma su rostro proyecta ira y violencia en contra de los demás.
Vivir un conflicto interior daña la mente y la salud física. Vivir en conflicto desestabiliza el corazón, deprime al sistema de defensa y altera el funcionamiento de nuestro sistema digestivo. El colérico que no entiende la base de su disgusto presenta migrañas y ataques de dolor torácico. El iracundo que se enfrenta sin razones válidas ante el mundo desarrolla gastritis, estreñimiento y dolores musculares.
Cada razón equivocada que procesamos en nuestra mente irremediablemente daña el equilibrio físico y no nos damos cuenta de ello, lamentablemente.
Aquí un primer compromiso que debemos de firmar con nuestra propia vida: “alejarnos de los conflictos personales y alcanzar el equilibrio del amor propio”.
Cada una de las enfermedades que padecemos son producto de un demérito personal.
Si somos personas, como se ha señalado anteriormente, de temperamento sanguíneo y de conductas impulsivas y poco razonables, seremos con el paso del tiempo pacientes de los servicios de cardiología y gastroenterología. Seremos seres humanos que se quejarán tristemente de su suerte, personas que vivirán su vida limitadas por los fármacos y por dietas severas, esclavos en fin de un sistema que no podrá restituir el bienestar perdido mientras no cambiemos aquella forma nociva de ser. Es nuestra responsabilidad darle el real valor a cada momento de la vida por qué yo vengo y pregunto. ¿Cuánto de valor tiene un minuto más de vida?
Tiene un valor muy alto, ¿verdad? Y aún así vivimos malgastando ese precioso tiempo generando pensamientos nocivos para nuestro cuerpo.
A lo largo del día, sin darnos cuenta elaboramos miles y miles de pensamientos de carácter conflictivo. Los investigadores del área de neurociencias precisan que cerca de cuarenta mil pensamientos negativos son elaborados por nuestro cerebro a diario. ¿Cuántos de ellos tendrán la intensidad de dañar nuestro cuerpo? De seguro que muchos.
Y es que somos necios en nuestro cuidado personal. Decimos a los cuatro vientos que nos amamos y en el segundo siguiente nos lastimamos pensando “no soy competente para hacer realidad una obra”, entonces desfallecemos y caemos en el remolino de la frustración.
Recuerda, no hay ninguna obra imposible de realizar por ser humano alguno, la única diferencia entre alguien más capaz y otro menos apto es la fortaleza personal desarrollada. Si tenemos más fortaleza entonces tendremos más paciencia, buscaremos un mayor nivel de conocimiento e invertiremos mayores horas para lograr hacer realidad aquel sueño.
Pero no todo queda en nuestra mente, nuestros actos cotidianos también nos venden. Decimos que nos amamos y que hacemos a diario: fumamos cigarrillos y destruimos poco a poco nuestro aparato respiratorio y nos hacemos “sin querer queriendo” amigos muy estimados del cáncer de pulmón; comemos a deshoras o nos olvidamos de alimentarnos con el consiguiente malestar digestivo que progresivamente evolucionará de una benévola gastritis a una iracunda úlcera gástrica o una metaplasia y hasta un nuevo cáncer.
“Nos amamos tanto” y en verdad no nos amamos, nos alimentamos de comida chatarra, de alimentos procesados y con alto contenido de sodio, preservantes y conservantes que alteran el funcionamiento de nuestro cuerpo. Somos seres negligentes con nuestro cuidado personal, ingerimos bebidas alcohólicas regularmente y dejamos que el veneno del alcohol degrade poco a poco nuestro estómago, hígado, huesos y cerebro.
Ingerimos sin control altos niveles de azúcares procesados por un lado y edulcorantes por el otro. Los primeros hacen que el organismo gaste mayores niveles de energía para procesarlos y, a la vez, desgasta el metabolismo celular condicionando la presencia de diabetes, obesidad y otras tantas enfermedades metabólicas. Las segundas, al no ser parte de nuestro concepto interno de alimentación y ser prefabricadas, también dañan el equilibrio y la homeostasis de nuestro cuerpo.
Caemos regularmente en excesos o en faltas. Comemos más de la cuenta y nos condenamos a la obesidad y al denominado síndrome metabólico. Comemos en defecto creyendo erróneamente que estamos gordos (o gordas) y caemos en otra de las enfermedades de los que no se quieren, la anorexia nerviosa.
Si no estamos en un extremo de la existencia estamos en el otro, pero nunca estamos en equilibrio. Juzgamos como necios, imprudentes y hasta privados de razón a aquellos seres humanos que atentan contra su vida (v.g. los suicidas) y no nos damos cuenta que cada uno de nosotros también atentamos, segundo a segundo, contra nuestra existencia.
No asumimos una actitud preventiva con el fin de evitar tantos males físicos y emocionales. Comemos o mejor dicho nos alimentamos de productos que a la larga nos destruirán y perseveramos en ello. En verdad, no existe en la naturaleza un ser que busque su destrucción de modo tan constante como el ser humano.
Y aún hay más, vivimos comparándonos todos los días con aquellos que nos rodean y en consecuencia perdemos la oportunidad de disfrutar esa fracción de vida que aún nos queda. Vivimos creyendo que los demás son mejores, pensamos “que los otros” tienen más capacidades porque llegaron más temprano a la repartición de cerebros o simplemente decimos que tiene más suerte que uno y lloramos, sufrimos y nos lastimamos.
Todas esas suposiciones son nuevamente falsas y agreden severamente la autoestima.
Recuerda, si alguien tiene una virtud también tiene la contrapartida de esa virtud. Dios, siempre ha sido justo con cada ser humano y si el nos dio una capacidad también nos ha dado una limitación complementaria que debemos trabajar, ¡por qué cada ser humano es un proceso en equilibrio!
Degusta tu vida y cuídala. Ama tu vida no en base a palabras sino a través de actos.
Regálate momentos de sosiego y esperanza, cultiva flores, pinta cuadros o escribe poesía. Tu misión en esta vida es regalarte vida. Aliméntate de modo sano y asume un control consciente de tu mente.
Eres un ser lleno de milagros y tu mirada me dice que has encontrado una nueva razón para vivir, te has encontrado y de pronto ya sabes la verdad de las cosas, que la alegría siempre será un regalo de amor.
Ahora levanta la mirada al cielo y da gracias por todo aquello que eres, ahora contempla tu entorno y siente el amor de todo el mundo en tu cuerpo y vive, y se feliz.