A propósito del (nuevo) final de los Beatles
Por: Fidel Gutiérrez
Pocos son los músicos cuya relevancia social es equiparable a la artística. Los Beatles son, sin duda, el mejor ejemplo de ello, con una trayectoria musical impecable y una trascendencia cultural imperecedera. Haber generado tendencias en la sociedad moderna y en la cultura popular asimiladas por más de una generación les da ese incuestionable sitial.
La historia del grupo musical inglés corre en paralelo con el de las corrientes de cambio social que eclosionaron en los años 60 del siglo pasado. Su devenir acompañó al de la cultura juvenil; un fenómeno que empezó a germinar en los años de la posguerra y que dio presencia a las inquietudes y la energía de los miembros más noveles de una clase media que en Occidente se debatía entre el sometimiento a los mayores y la inadaptación respecto a superfluas convenciones sociales.
Con su música, los Beatles le dieron a esa generación una voz y un ritmo al cual seguir; reflejando primero ímpetus propios de la adolescencia y luego profundas inquietudes existenciales. Estas derivaron en búsqueda espiritual, expansión de la conciencia y activismo político: una enorme revolución interior acompañada por canciones en las que melodías memorables y asequibles se aparejaban con una experimentación sonora afín a vanguardias artísticas rupturistas.
Presos de su propio crecimiento material, artístico y espiritual, los Beatles se separaron acremente en 1970, sin que su éxito haya descendido un milímetro. De allí que, 53 años después, los anuncios y productos derivados de sus eventuales reuniones generen atención y expectativa, pese al hecho de que solo la mitad de sus integrantes continúa con vida. Es en ese punto en el que encontramos a “Now and Then’”, lanzada el 2 de noviembre, y presentada como “La canción final de los Beatles”; estridente frase que se torna redundante al confrontarla con la coyuntura del grupo y con los ribetes emocionales inherentes a su composición (con los fantasmas del amor y la pérdida animando su letra). Este tema, al igual que “Free as a Bird” y “Real Love”, de 1995, proviene de los archivos de John Lennon, el beatle asesinado en 1980 por un fan, y es fruto de un trabajo en el que la sensibilidad musical de los Beatles sobrevivientes se conjuga con tecnología de punta. Y si bien tampoco está George Harrison (fallecido en el 2001), quien objetó en 1996 el lanzamiento de este tema, su guitarra nos acompaña, al igual que la voz y el piano de Lennon, como si todavía estuviera entre nosotros
No hay duda, pues: la magia de los 4 Grandes se mantiene en su última aventura. Que un frankensteineano trabajo de laboratorio irradie emotividad y toque nuestros corazones es un éxito mayor y un digno final.