Amargados y Pinchaglobos
Por Pamela Cáceres

En las primeras escenas de “The party” o “La fiesta inolvidable”, como usted desee recordarla, aparece Hrundi, Peter Sellers, a punto de arruinar la filmación de una película. Hrundi es un actor hindú desubicado que interpreta a un cornetero militar quien desde lo alto de un peñasco toca la clásica llamada de guerra; de pronto las tropas enemigas le disparan, Hrundi parece caer muerto, al rato se reanima y sigue tocando, nuevamente le disparan y cae, pero se incorpora otra vez y sigue dándole a la corneta. El resto de actores que conforman el ejército amigo y el enemigo se confunden, salen de personaje y deciden disparar a quemarropa solo a Hrundi, este nuevamente cae, pero otra vez se levanta mientras la corneta ensaya una hilarante melodía que ya no parece militar sino circense. La película no puede acabar de filmarse solo por culpa de este impertinente, el mismo que, por equívoco, luego aparece en una fiesta de Hollywood, con productores y groupies impostadas. Allí Hrundi   provoca una serie de siniestros que tienen la misma dinámica de la escena de la corneta: hacer que lo que es falso se vea y se sienta falso.

Un ejemplo más: durante la cena Hrundi sentado incómodamente intenta trinchar un pichón de su plato, pero este sale disparado y cae en la aparente poblada cabellera de una mujer. Hrundi le pide a un mozo borracho le devuelva su comida, el mozo obedece, pero al levantar la presa se lleva también la peluca de la mujer que resulta ser un artificial agregado de una realmente escasa pelambre.

Nosotros nos reímos, pero los de la fiesta sí que sufren, el jet set hollywoodense no puede creerse su mentira, no pueden hacer de su fiesta una noche de película porque las torpezas de Hrundi revelan la farsa.

Este personaje cumple el mismo papel que todo amargado o todo pinchaglobos que se encargue de interrumpir las fantasías de los otros. Algo hace este tipo de gente que no puede dejar de restregarnos su visión comúnmente acusada de pesimista. De modo que donde unos ven consenso, los amargados ven totalitarismo; donde unos ven turismo esotérico, ellos ven canibalismo cultural; donde unos ven amor pasional, los pincha globos ven furor uterino y transacción sexual; donde unos ven belleza, los amargados ven las siliconas y el botox.

Estos innobles personajes se van volviendo insufribles porque arruinan las fantasías de poder. Las señoras sanisidrinas y los señores de Yanahuara los acusan a una voz: “¡amargados!, ¡envidiosos!, ¡acomplejados!”, pero los pinchaglobos siguen apareciendo incluso de a pocos y muestran sus visiones horrendas en medio de fiestas inolvidables que vividas desde dentro se convierten en tragedias. No olvidemos que la tragedia griega siempre se erige desde una verdad contra la que un noble príncipe o rey trata de luchar. 

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