JESUCRISTO: UN REY DIFERENTE

Por: Javier Del Río Alba Arzobispo de Arequipa

Con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que celebramos este domingo, va concluyendo el año litúrgico 2023. El próximo domingo, primero de Adviento, comenzaremos el año litúrgico 2024. Y, como cada vez que llegamos a esta etapa final del año, la Iglesia nos invita a levantar la mirada a Jesús y recordar cuál es el sentido de nuestra vida en este mundo, la meta para la que hemos sido creados. La fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo nos recuerda que Dios ha constituido a Jesús «Señor y Mesías» (Hch 2,36; Flp 2,11) y le ha dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Jesús es el rey del universo, rey de todo cuanto existe, pero a diferencia de los que “reinan” en este mundo, no es un rey lejano, inaccesible, no es uno que con su poder atemoriza a sus súbditos o se aprovecha de ellos. Por el contrario, este rey que es Jesús ha dado su vida por nosotros en la Cruz, es Dios mismo que, por amor a nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre como nosotros: se hizo uno de nosotros para hacernos uno con Él, por toda la eternidad, en la comunión del amor.

Jesús jamás cometió pecado pero, como bien dicen san Pedro y san Pablo, se hizo pecado por nosotros, es decir, llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño de la cruz (2Cor 5,21; 1Pe 2,22-24); y lo hizo sin resistirse al mal sino cargando con nuestro mal, asumiendo en sí mismo las consecuencias de nuestros pecados hasta terminar crucificado, desangrado, asfixiado por nosotros, por amor a nosotros, ofreciéndose a Dios Padre para el perdón de nuestros pecados y entregándosenos Él mismo como un signo del amor de Dios por cada uno de nosotros: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Como escribió san Pablo: «por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5,7-8). Este es Jesucristo: un rey que no tiene ejércitos ni un imperio económico – financiero, uno que murió como un fracasado a los ojos de los hombres; pero es el verdadero y único rey del universo porque tiene la humildad del amor, de ese amor que lo llevó a dar su vida por nosotros, ese amor que es tan fuerte que ni la muerte tiene poder sobre él.

Contemplando el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús vamos reconociendo, poco a poco, que lo mejor para nosotros es que Jesús reine en nuestra vida. Como dijo san Juan Pablo II al iniciar su pontificado, no hay razón para tener miedo de abrir de par en par las puertas a Cristo, porque como lo confirmó el Papa Benedicto XVI, Jesús no viene a quitarnos nada de lo que hace la vida bella sino a darnos aquello sin lo cual, por más que tengamos todo lo demás, jamás alcanzaremos la verdadera vida (Homilía, 24.IV.2005).  La fiesta de Jesucristo Rey del Universo nos recuerda que, así como Jesús ascendió al cielo después de su resurrección, volverá al final de los tiempos, pero esta vez cubierto de gloria y esplendor, para llevar con Él a la plenitud del Reino de los Cielos a aquellos que se acogieron a Él en el amor y lo reconocieron y sirvieron en sus hermanos más pequeños y pobres.

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