Arequipa en la Independencia
Por Willard Díaz
Este viernes en el Paraninfo del Complejo Cultural de la Universidad Nacional de San Agustín a las 6.30 p.m. se presentará la nueva obra del historiador arequipeño Víctor Condori, “Arequipa y la Independencia. Política, guerra y economía, 1818—1824”, con dicho motivo anticipamos una entrevista con el autor.
P. Víctor he visto que el libro está dedicado a don Eusebio Quiroz Paz-Soldán. ¿Por qué le dedicas este libro?
R. El doctor Eusebio Quiroz fue mi profesor durante buena parte de mi formación universitaria, pero sobre todo mantuve con él una relación amical, profesional, después de que terminé la universidad. Tuve muchas conversaciones con él y discusiones también; discusiones que fueron perfilando y reforzando mi interés por la historia, mi interés por Arequipa, y sobre todo por el tema de la Independencia.
Cuando se entera de que yo estaba metido en el tema, con una generosidad asombrosa me prestó muchos textos, libros, artículos que tenía a la mano; tesis, sobre todo, inéditas, que yo estaba buscando para consolidar esta imagen que tengo sobre la Independencia.
Por otro lado, estuvo la parte amical, el hecho de recibirte en su casa cada fin de semana, cada quince días hasta antes de la pandemia. Son cuestiones que sensibilizan la tarea del investigador. Estas relaciones profesionales y amicales son muy importantes para nosotros los que trabajamos en ciencias sociales.
P. Claro, el antecedente inmediato de tu primer libro fue la “Historia general de Arequipa” editada por don Eusebio, si bien no es una historia orgánica porque está hecha de trabajos o monografías parciales. Lo cual supongo trataste de resolver con tu “Historia mínima de Arequipa”, que es primer trabajo orgánico sobre la ciudad.
R. Bueno, sí y no. En primer lugar es cierto que nuestro primer referente, por lo menos para los historiadores de la generación de los noventa, a la cual yo pertenezco, es la “Historia general de Arequipa”, antes de ella no tenemos una, pero como has señalado, cuando vas entrando en los temas específicos te das cuenta de que el texto es una acumulación de artículos y datos, e incluso dentro de cada uno de los capítulos; por ejemplo el del doctor Max Neira, tampoco es un trabajo orgánico.
Pero ahí nos encontramos con el tema de la Independencia, un tema tan importante. Uno ve que no hay muchos textos sobre Arequipa en la Independencia. Creo que a partir de esa carencia fui pensando un poco el tema. Es decir, traté de explicar un poco cómo se vive la Independencia en la región, pero ya no desde una perspectiva solo política, que es la que tradicionalmente se ha tomado, sino desde una perspectiva más amplia que abarque lo económico, lo social y también lo militar.
En la “Historia mínima” hay una aproximación muy sucinta porque es un trabajo entre dos y eso implica que uno se encargue de una parte y el otro de la segunda parte. A mí no me tocó el tema de Independencia en ese libro. En esa época no tenía un trabajo orgánico sobre eso. En este he tratado de abarcar todo lo que he podido. Hay temas han quedado pendientes.
Con este libro intento llenar un espacio sobre el cual no se ha publicado nada más o menos orgánico. Hay artículos, algunas tesis que trabajan temas muy parciales, pero algo que abarque desde 1800 hasta 1825 que se jura la Independencia en Arequipa no hay. He trabajado mucho en la parte económica previa y posterior, de manera que me parece que con este libro logramos unir esos dos espacios: el colonial del siglo XVIII y el republicano, siglo XIX.
Hablando específicamente de este momento de tránsito, tan delicado, tan grave, en el que vamos a pasar de un sistema a otro, en el que Arequipa ha jugado un rol bastante ambiguo, por decirlo de alguna manera, leyendo para el libro me enteré que hay otros que han sido mucho más realistas que nosotros. En Chile se hizo toda una proclama a favor del rey. No somos los únicos que en un primer momento hemos sido fidelísimos a la corona. Pero este debate siempre se ha movido un poco en la conciencia colectiva de Arequipa, como que fuimos los menos libertarios, los más realistas de todo el país.
P. ¿Y cuál es la imagen que encuentras tú?
Las posiciones políticas se han comenzado a polarizar, nosotros entendemos en el presente que la Independencia fue una lucha, una guerra, una epopeya; que nosotros somos producto de ella y por lo tanto todo lo que ha ocurrido tiene que ser visto a partir del lente precursor de la Independencia. Todo tiene que estar relacionado con la Independencia. Creo que esa visión ha hecho mucho daño al entendimiento de lo que fue el proceso.
Si estuviéramos en 1820 e hiciésemos una encuesta nacional, lo más probable es que solo el diez por ciento estaría a favor de un cambio. En general, la posición de casi todas las ciudades, y sus élites, que son las que tenía voz y voto, en esa época era a favor del rey. Por esa razón señalo que antes de la llegada de San Martín el noventa por ciento de la población era fidedista. Se habían manifestado en muchos momentos a favor del rey.
Cuando se produce la invasión napoleónica y se promulga la Constitución de 1812, las manifestaciones realistas eran lo común, pero ese proyecto no triunfó; la corriente minoritaria, que en algunos casos fue impuesta por la fuerza, triunfó. Así lo planteó Heraclio Bonilla en un famoso artículo de hace más de cincuenta años.
Creo que aquí tendríamos que considerar que el realismo, el fidelismo, la defensa de los intereses del rey, pasiva o activa, era la norma. Lo contrario, ser patriota, liberal, o independentista, eran movimientos muy minoritarios. Todo esto cambia con la llegada de San Martín. La invasión, y antes la crisis política española, hacen que la gente termine no sé si consciente y voluntariamente, termine aceptando la Independencia.
Ahora bien, no es que se haya defendido de manera muy comprometida al sistema; solo es un sistema en el cual las condiciones de vida materiales y culturales se habían desarrollado de manera bastante tranquila. No aparecen crisis, ni conflictos muy profundos antes del inicio de la guerra de Independencia.
Al contrario, todos los problemas, todas las crisis son producto de la ruptura. Aunque no lo creas, después de la Independencia es cuando van a comenzar a aparecer los rivales, la inestabilidad, la violencia social y muchas cosas más. Por tanto, a mí me parece que la posición realista que Arequipa mantiene hasta el final, era la posición que caracterizaba a todas las regiones, algunas fueron cambiando de posición con lo que nosotros llamamos el transfuguismo político, pero Arequipa más bien no cambió esa posición, se mantuvo hasta el final.
P. Siempre hemos visto a Mariano Melgar como la figura que simboliza este conflicto, con sus primeros escritos elogiosos del sistema virreinal, y poco a poco cambia, y antes de su participación en el movimiento de Angulo y Pumacahua da un giro poético muy grande. Se suele ver la poesía de Melgar como una especie de anticipo romántico de lo que va a ser el nuevo régimen. ¿Es así o no?
R. Soy poco melgariano. He estudiado muy poco su obra poética y esa leyenda creada por el hermano muchos años después. No tengo muchas evidencias acerca de su participación política previa a la insurrección del Cusco de 1814.
En 1812 se promulga una constitución liberal. Esa constitución trata de reformar el imperio español en un contexto de crisis que es la invasión napoleónica; las instituciones son tomadas por una serie de políticos liberales y obviamente como su nombre lo indica esta constitución va a amparar una serie de libertades exigidas por una parte de la élite. Por ejemplo, libertad de gremios, libertad de comercio, abolición de impuestos, abolición de la mita, la eliminación de la Inquisición. El problema es que aquí en América esas reformas abren las posibilidades a aquellos grupos marginados dentro de la élite que eran los criollos de clase media, los criollos no muy acomodados, aquellos que no habían tenido posibilidades de participar en el gobierno.
Si bien en Arequipa había un cabildo, estaba formado por los alcaldes y varios regidores casi siempre miembros de la élite, las clases más altas ocupaban esos cargos algunos de manera provisional y otros de manera permanente porque existían regidurías perpetuas, marginando a los otros. Esos otros comienzan a tener oportunidad con la Constitución de 1812, que obliga a la abolición de los antiguos cabildos y a establecer lo que se llamaría Ayuntamiento constitucional. Se les da la condición de ciudadanos a todos los habitantes del imperio, tanto de España como de América, mayores de veintiún años nacidos en América o de parientes americanos; criollos y personalidades van a ser ciudadanos, van a poder participar en elecciones generales, salvo esclavos, indios, mestizos, castas.
No he estudiado plenamente a Melgar pero sí tengo referencia de otros personajes y grupos que comienzan a bregar por cargos de cierta presencia política.
Los liberales arequipeños no eran anticatólicos, los españoles sí. Una cosa de locos, porque en Francia el liberalismo era anticlerical, aquí el liberalismo es católico. Y el liberalismo arequipeño no es separatista, es reformista, es decir la mayor parte buscaba solucionar sus problemas dentro del sistema; toman el control del cabildo, el control de los diputados que van a representar a Arequipa en las cortes de Cádiz, pero en ningún momento hay algún tipo de intención de separarse. ¿Cómo lo sabemos? Porque cada diputado elegido en Arequipa, en Cusco, en Lima era enviado a España con un cuaderno de instrucciones, el famoso “cuaderno de quejas” donde estaban todas las quejas de la élite. En ninguno está la separación; está la igualación de derechos con los españoles, la abolición de algunos impuestos, el establecimiento de una universidad.
Solo he encontrado un documento en el Libro de Actas del cabildo, de un ciudadano llamado Mariano Melgar, del año 1813. ¿Sabes qué solicita? Permiso para abrir un colegio, y no se lo dan.