LOS PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN QUE NOS AFECTAN A TODOS (PERÚ, 2025)


En el bullicioso escenario del Perú de 2025, donde la información fluye a velocidades vertiginosas a través de pantallas y ondas radiales, paradójicamente, un silencio ensordecedor a menudo se cierne sobre las interacciones cruciales entre las empresas, el gobierno y, en última instancia, nosotros, los ciudadanos
Los problemas de comunicación, lejos de ser meros inconvenientes burocráticos o corporativos, se erigen como barreras que obstaculizan el progreso, erosionan la confianza y siembran la confusión en nuestra vida cotidiana.
En crisis es Silencio no favorece. En el ámbito empresarial, la falta de transparencia interna se manifiesta como una gangrena silenciosa. La información que no fluye entre departamentos crea feudos de conocimiento, donde la mano izquierda ignora lo que hace la derecha, generando ineficiencia y, peor aún, desconfianza entre los propios empleados.
Los mensajes inconsistentes que emanan hacia el exterior, ya sea a clientes o socios, siembran dudas sobre la solidez y la coherencia de la marca. Y cuando las empresas se olvidan de escuchar activamente las necesidades de sus consumidores, el descontento germina silenciosamente, preparando el terreno para la fuga hacia competidores más atentos.
La falta de comunicación clara y bidireccional por parte del gobierno puede ser aún más corrosiva para el tejido social.
Un estado que se limita a emitir decretos y comunicados en un lenguaje técnico y burocrático, sin fomentar un diálogo genuino con la ciudadanía, construye muros de incomprensión. La descoordinación entre entidades gubernamentales, donde cada ministerio parece operar en su propio universo comunicacional, solo añade confusión al panorama. Y cuando una crisis golpea, la lentitud en la respuesta informativa puede convertir la incertidumbre en pánico y la desconfianza en indignación.
Tanto empresas como gobierno comparten vicios comunicacionales que claman por una revisión urgente. La gestión de crisis improvisada.
La resistencia a abrazar las nuevas formas de comunicación digital y la ausencia de estrategias claras y medidas de efectividad son síntomas de una enfermedad que mina la credibilidad y la eficiencia.
En un Perú donde la ciudadanía exige transparencia y participación, aferrarse a modelos comunicacionales obsoletos es un error estratégico con consecuencias palpables.
Miremos el territorio digital como campo fértil de comunicación efectiva
En este abril de 2025, en el corazón de una Lima que palpita al ritmo de la tecnología, la necesidad de una comunicación clara, honesta y bidireccional se vuelve imperiosa. Las empresas deben entender que la transparencia no es una amenaza, sino un activo que construye lealtad. El gobierno debe comprender que la comunicación no es solo informar, sino también escuchar, educar, y dialogar para construir legitimidad y confianza. A través de la comunicación construimos cultura, confianza, identidad.
Porque cuando el silencio aturde, cuando la información se oculta o se distorsiona, lo que se erosiona no es solo la imagen de una empresa o la credibilidad de un gobierno, sino el vínculo fundamental entre las organizaciones y la sociedad a la que sirven
Romper estas barreras comunicacionales es un imperativo para construir un Perú más informado, más participativo y, en definitiva, más cohesionado. La hora de abrir los canales de comunicación, que son los poros de la democracia, de escuchar atentamente y de hablar con claridad, para construir el diálogo deliberativo y participativo con la ciudadanía que no hemos construido nunca, es ahora. El silencio ya ha durado demasiado.